“Se me ocurrió que apenas si sabía usar un rifle, y que no
tenía demasiada buena puntería con mi pistola. Por otra parte, no me había
liado a puñetazos con nadie desde hacía cinco años. Gracias a la bebida y el
tabaco, debía de tener un hígado el doble de grande de lo normal. A pesar de
todo, el pensamiento de enfrentarme a Regency me devolvió un poco de mi antiguo
valor. Ni antes ni ahora había sido lo que se dice un luchador, pero los años
que pasé trabajando en bares me habían enseñado algunas tácticas, que la cárcel
se encargó de perfeccionar, hasta el extremo de convertirme en un verdadero
manual de trucos sucios. ¡Así es la vida! Me había comportado de un modo tan
brutal en mis últimas peleas callejeras, que al final tenían que separarnos.
Algo de la sangre de mi padre debía de haber pasado a mis venas y, al parecer,
había heredado su código de conducta. Los tipos duros no bailan.”
domingo, 30 de julio de 2017
Los tipos duros no bailan – Norman Mailer
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Fragmentaciones
martes, 25 de julio de 2017
sábado, 22 de julio de 2017
Garbanzos en el alma
Uno siempre se preguntará, del mismo modo que todos sus fannes, lo que hubiera sido capaz de
crear este hombre si la parca no se lo hubiera llevado tan y tan pronto. Aquí,
reconozcámoslo, ha conseguido superarme en el tercio final después de recorrer
media Europa junto a Martín de Viloalle (el prota), sitúense en 1767, desde su
Galicia natal (novicio jesuita con ínfulas pictóricas) hasta la vasta Roma (donde
abandona un poquito del todo la fe) pasando después por ciertos lugares de
Alemania, Dinamarca, París mon amour…
Bueno, la ‘culpa’, en mi opinión
–entrecomillo, eh?-, es de Welldone (el mentor del prota), un personaje
sobrecogedor en su sabiduría de buscavidas supremo (Logia Masónica presente)
que acaba desarbolando cualquier intento de lectura plácida, lo cual no tiene
que ser necesariamente un defecto –conste en acta reseñada este estímulo
intelectual-; tanta, Naturaleza Supracultural quiero decir, que puede llegar a
abrumar a cualquier lector desprevenido; digamos que impresiona sobremanera la
utilización del lenguaje del que hace gala Casavella, de una riqueza descomunal
dicho sea de paso, eso, por sí solo, ya hace que este sea un libro recomendable
100%, claro, aunque personalmente siempre aconsejaría el paso previo o peaje
obligatorio que supone “El día del Watusi”, novela por la que apuesto a muerte
si hablamos de Masterpieces totales,
cumbres literarias y tal.
Este es un libro sorprendente en cuanto al cambio de
registro con respecto al grueso de la obra del autor ya que podríamos
etiquetarla dentro de la novela histórica (muy bien documentada como podrán
apreciar los amantes del género), pero también podría englobarse dentro de la
novela de aventuras (la primera parte, la que más me gustó, donde conocemos las
vicisitudes del crecimiento del joven Martín en el pazo gallego de los
Viloalle), pero en todo caso es una lectura de densidad extrema en algunos de
sus pasajes (hay una cierta irregularidad entre capítulos capaces de llevarnos
de lo supremo, en cuanto a goce lector, al tedio de lo ‘excesivamente
sobrecargado’ y vuelvo a entrecomillar), quedan avisados, y con esto vuelvo a
hacer mención a la delirante sabiduría del personaje de Welldone (que es inglés
pero domina todos los idiomas, entre ellos el castellano, donde de la mano de
Casavella me ha hecho aprender una larga, interminable, serie de palabras
maravillosas de esas que uno agradece sobremanera descubrir…), y también será
una novela de culto, todas las suyas tienen inevitablemente ese adjetivo pegado
a sus costuras, para quién ose adentrarse en los secretos que esconde. Es una
apuesta de riesgo, sí, pero la recompensa obtenida al cerrar la contraportada bien
vale la pena.
Sé alguna cosa más sobre los vampiros, desengáñense quienes
los busquen en esta lectura de título tan ‘impostado’, pero me temo que hasta
aquí puedo contar al respecto. Respeto total y culto inmediato hacia la figura
de Francisco Casavella, un autor a reivindicar desde cualquier plataforma donde
la literatura sea protagonista, Pluma Maestra sin ningún tipo de duda.-
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Biblioteca Municipal,
Reseña Literaria
martes, 11 de julio de 2017
El mundo de la tarántula - Pablo Carbonell
“La luz de Cádiz es un acontecimiento, un suceso
extraordinario. Una luz transparente que se podría beber en catavinos,
cristalina, brillante. La luz del reflejo del mar que rodea Cádiz rebota en el
cielo para repartir una alegría y una forma de vivir que es más que una
filosofía. La luz es un sentimiento. Como el amor, el frío, la soledad o el
éxtasis.
La playa era el patio de mis juegos. Me gustaría pensar que
el primer recuerdo que tengo es el de mis padres enterrando un melón en la
orilla para refrescarlo y que nos comeremos después toda la familia, sentados
en la arena. La luz es dorada en ese momento. Las imágenes están grabadas con
un tomavistas de ocho milímetros que nunca tuvimos y las guardo en mi memoria,
con los fotogramas lavados del primer Technicolor.”
Flanes de arena
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Fragmentaciones
domingo, 9 de julio de 2017
30 monedas de plata
-
Harmónica: La recompensa por este hombre son
5.000 dólares, ¿no?
-
Cheyenne: Judas se conformó con 4.970 dólares
menos.
-
Harmónica: No había dólares en aquella época.
-
Cheyenne: Pero sí hijos de puta.
El otro día volví a ver “Hasta que llegó su hora” – Sergio
Leone (1968), no hay nada como rescatar un viejo western de aquellos inmortales
para darse cuenta de que, a pesar de lo que cantara Dylan es su momento, los
tiempos no han cambiado demasiado o, al menos, no tanto como deberían haberlo
hecho…
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Dylan,
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Fotofrases
viernes, 7 de julio de 2017
El tiempo de los melocotones
Leyendo y casi que recomendando desde ya “El mundo de la tarántula” – Pablo
Carbonell. Los 80’ es lo que tenían… y uno nunca jamás olvida además lo que
siempre tuvo: Anarkía… ¿ande vas? Cuando lo acabe ya me escojo un fragmento si
eso, mientras tanto dejo un txupitomusical.
-
What’s up? Whassap?
-
Valeeee, ahora bajo…
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Night Club,
Teatro
sábado, 1 de julio de 2017
M Train – Patti Smith
“Las semanas
siguientes me senté a mi mesa del rincón y no leí a nadie más que a Murakami.
Levantaba la cabeza el tiempo justo para ir al aseo o pedir otro café. Baila, baila, baila y Kafka en la orilla siguieron rápidamente
a La caza del carnero salvaje. Y por
fin, fatídicamente, empecé Crónica del pájaro
que da cuerda al mundo. Ese fue el libro que me perdió, pues disparó una
trayectoria irrefrenable, como un meteoro lanzado a un sector de tierra yerma y
realmente inocente.
Hay dos clases de
obras maestras. Están las obras clásicas, colosales y maravillosas como Moby Dick, Cumbres borrascosas o Frankenstein
o el moderno Prometeo. Y luego está la clase de obras en las que el
escritor parece infundir energía viva a las palabras mientras que el lector es
centrifugado, escurrido y tendido a secar. Libros devastadores, como 2666 o El maestro y Margarita. Crónica
del pájaro que da cuerda al mundo es uno de ellos. En cuanto lo terminé me
vi obligada a leerlo de nuevo. De entrada, no tenía deseo alguno de abandonar
su atmósfera.”
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Fragmentaciones
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