“Los seres humanos podemos
convertirnos rápidamente en un saco de carne trémula y abandonada. Dibujamos
transiciones hacia el abismo, cuando el acantilado siempre está más cerca de lo
que nos gustaría pensar.
Aquel hombre entró en la casa
intentando ser sigiloso; algo imposible, porque iba golpeando con sus bártulos el
marco de la puerta, y llevaba toda la tormenta de la tarde encima.
Desde que Cédric había abandonado
el proyecto, a principios de verano, en la Casa de Postas el ambiente era
amable, y la solidaridad, de nuevo, parecía más fácil y menos dolorosa. Pero septiembre
de 2032 asomó con una lluvia montaraz para esta ciudad que es Barcelona, que
arde cada cierto tiempo, es verdad, pero que también se inunda sin avisar de
vez en cuando. La ciudad advierte, así, a su prole. Nunca dejaréis de ser
náufragos, expectantes ante la llegada de vuestra particular arca de Noé.
El hombre, de una amabilidad exquisita, dejó sus bolsas empapadas en la entrada, dibujando un charco en el zaguán.”