Conste en acta que se le reconoce
la genialidad como autor, pero a mí me cargaba como lector. Mucho. Me abrumaba
tanto leerlo en algunas de sus novelas que simplemente acababa por hacérseme un
trago áspero y casi ‘insoportable’, que sin embargo apuraba, pero a la vez le
agradezco todo lo que aprendí entre esas líneas tan densas reflejadas en
cualquiera de sus obras, especialmente en lo que concierne a la riqueza en la
utilización del léxico.
Miro la estantería de casa y
repaso sus volúmenes: “Los dominios del lobo”, “Travesía del horizonte”, “Todas
las almas”, “Corazón tan blanco”, “Tu rostro mañana”, “Seré amado cuando falte”,
“Pasiones pasadas” y “Vidas escritas”. También leí en su momento, préstamos
bibliotecarios: “Mañana en la batalla piensa en mí” y “Los enamoramientos”
(click en el enlace si les apetece leer mi opinión y la de otros contertulios
al respecto).
Bueno, sumamos 10 de sus libros.
A lo que añadiría algunos de sus ‘irritantes’ artículos, pocos ya que escribió
muchos, publicados en el diario El País. En fin, nunca mejor dicho, un autor
que merece toda la adoración y respeto que cada uno le quiera dar. ¿Deberían
haberle concedido el tan cacareado Premio Nobel? Probablemente sí. D.E.P.