Explosivo coctel literario el que fue capaz de engendrar el
Dr. Brautigan en esta novela breve, publicada por primera vez en 1974,
convertido ya en ídolo de la contracultura norteamericana (previo abrazo
fraternal a la flor y la nata del movimiento Beat) tras el considerable
pelotazo que supuso la aparición de sus obras anteriores, especialmente ese
“Trout fishing in América” que servidor tiene muchísimas ganas de pescar. Aquí
nos deleita con una imposible mixtura de géneros literarios que van desde la
novela gótica sureña hasta el western crepuscular todo ello aderezado con un
estilo sumamente particular impregnado de prosa poética por los cuatro costados
confederados de la novela (afiladas sentencias de una sola línea, descripciones
inusitadamente ajustadas, capítulos cortos de una plana -dos a lo sumo- media
incluso cual poema incrustado en medio de la narración al uso…) y, sobretodo,
de ese sentido del humor extremadamente sutil con que viste con helada sonrisa el
luto de su negrura.
Miren ustedes de que va la cosa e intenten clavar con
alfileres las alas de la lisérgica mariposa que sobrevuela por sus experiencias
literarias previas a esta narración: Greer y Cameron son dos tipos duros del
salvaje oeste que se ganan las habichuelas liquidando gentuza por un puñado de
dólares, el nexo de unión con que solidifican una amistad sin fisuras los hace
doblemente infalibles en el desarrollo de su trabajo, dos cabalgan juntos a lo
largo y ancho de los EE.UU y al acompañarlos vamos conociendo al plantel de
secundarios con los que van topando por esos caminos de dios… hasta que a un
prostíbulo de Portland, donde acuden regularmente entre faena y faena
(sorprenden los pasajes sexuales descritos con una desarmante naturalidad),
llega Chica Mágica, quinceañera india de armas tomar, para trasladarles el
encargo de su ama, la Srta. Hawkline, dispuesta a entregarles una irrechazable
bolsa si son capaces de quitarle la vida a una cosa misteriosa que perturba su
existencia allá en esa impresionante mansión amarilla donde habita…
200 millas después, ya hacia mitad de narración, recuerden
que estamos ante una obra que no alcanza las 200 páginas y que se lee de una
montada, nuestro trío protagonista llega a su destino (pasando del abrasivo sol
exterior a temperaturas bajo cero, primera señal de que vamos a pasar a la
ciencia ficción más alucinante que puedan imaginar…); en el helado porche les
espera la Srta. Hawkline (que va a completar el póker protagonista hasta el
final… y presten atención a las dobles parejas y al farol que sostiene el
mayordomo) con todo lo que se encierra en esa enorme mansión (¡de estilo Gotíco
Carpintero, Sr. Gaddis!); aquí es donde un servidor les deja de contar el
cuento, aunque en el fondo no les haya contado nada, para que ustedes se follen
este párrafo de un gatillazo y… paaaasen, traspaaaasen el umbral y siéntanse
cómodos, pero sobretodo lean esta magnífica novela que no deberían perderse por
nada del inframundo.
Richard Brautigan, ajetreada vida donde las haya, pasó
largas temporadas viviendo en comunas hippies siendo un tipo de culo inquieto
hasta el final de sus días, tan sólo se le conocen largas estancias en algún
lugar indeterminado de Montana (esta novela está dedicada a los amigos que hizo
allí) y… ¡en Tokio-Japan! (no se me ocurre sitio mejor donde encaminar esa natural
y prodigiosa imaginación en busca de crecimiento personal) hasta que cierto día
de 1984 (sin fecha exacta, ya que lo encontraron un mes y pico después), cuando
contaba 49 muescas vitales en el calendario de su existencia, decidió acabar de
una vez por todas con sus monstruos interiores y se voló la tapa de los sesos
con un mágnum 44 en Bolinas, California, dejando junto a su cadáver el último
rastro de su inigualable sentido del humor en forma de nota para su gente:
“¿Qué caos, no?”.-
* Leída en su versión al catalán (Labreu Edicions,2014 –
Traducción Miquel Izquierdo), fue publicada en castellano por Anagrama en una
edición ya descatalogada, creo, y recientemente, 2014 también, por Blackie
Books en una edición especial 40º aniversario, traducción a cargo de Damià Alou
con ilustraciones de Anders Nilsen, que tengo muuuuuchas de ojear. Jau!