“Existe
una delgada línea que separa la enfermedad mental de la locura. Recuerdo mi
niñez como la época dorada de los tarados. Vivía rodeado de majaras. No eran
esquizofrénicos, bipolares o depresivos, ni padecían trastornos de personalidad
paranoica. Eran nuestros locos del barrio, cuerpos que deambulaban de aquí para
allá sin un rumbo fijo. Cuando te cruzabas con uno de ellos por la calle, te
dabas cuenta de que no había nadie al volante. Su mirada abducida penetraba en
tu cerebro hasta atravesarlo como un punzón bien afilado.
Eran personas muy queridas. Si alguno entraba a la panadería, lo recibían con un chusco de pan o un huevo Kinder. Destacaban por su característica forma de comunicarse y de vestir, por sus excentricidades y obsesiones. Recitaban poemas abstractos de cosecha propia en la ferretería, inclinándose ante la fuerte ovación de clientes y trabajadores antes de aceptar alguna moneda, y daban ponencias metafísicas sobre la creación del Universo en la juguetería, rodeados de niños cautivados por su retórica psicodélica.”
Colectivo Bruxista (2022)