Título: Los lazos rotos
Autor: Suso de Toro
Fuente: eldiario.es
Creo con toda franqueza que,
con independencia de cómo evolucione el conflicto entre Catalunya y el Estado,
España ya ha perdido a los catalanes.
Ayer le oí decir a una
escritora amiga catalana, con sus palabras, lo mismo que le oí hace un año a
otro escritor también amigo y catalán algo que Hannah Arendt formuló en su
última entrevista: “El problema personal radicó en lo que hicieron nuestros
amigos, no nuestros enemigos”. Se refería al silencio de unos y la complicidad
de otros conocidos y amigos cuando fueron a por los judíos alemanes. Estos
amigos se referían a escritores españoles a quienes consideraban amigos. Claro
que se trata de la ingenuidad tan propia de escritores, que de algún modo nos
consideramos personas especiales y le damos significado profundo a las
emociones comunes, rabia, odio, envidia, deseo…
Pero se referían a lazos
rotos para siempre, el sentimiento de haber sido abandonados y traicionados.
Efectivamente, en paralelo a la política, hay una ruptura en la conciencia y
una ruptura moral. Creo con toda franqueza que, con independencia de cómo evolucione
el conflicto entre Catalunya y el Estado, que España ya ha perdido a los
catalanes. Podrán obligarlos a estar pero nunca a ser. Pero es que no se van,
los echaron.
Hace un par de días TVE emitió algunas imágenes de las
cargas policiales a las personas que querían votar allí hace un año, unas
imágenes que son más conocidas en otros países que aquí, donde le fueron
ocultadas al público. Un pequeño adelanto sobre tantos años de ocultar la
realidad y mentir pero pasará tiempo hasta que la población española tenga
acceso a las informaciones que le fueron ocultadas, a la represión, a las
actuaciones de los servicios secretos, a las actuaciones de jueces, fiscales y
policías y cuando puedan conocer también la versión de los hechos de la otra
parte podrá hacerse una idea de la verdad de lo ocurrido en Catalunya en los
últimos años (la entrevista a Cuixart es un poco de aire).
Entonces no habrá más remedio que decir en voz alta lo
que todos sabemos sin querer saber, este estado no tolera que un sujeto ejerza
las libertades.
Una semana aflora lo evidente, gracias a estos nuevos
medios digitales, que el Ejército mantiene la cultura franquista y que la
reproduce. Y otra semana aflora también otra evidencia, la Justicia española es
en su conjunto mayoritariamente integrista, sus órganos superiores son de
ideología manifiestamente antidemocrática y actúan como agentes políticos de
esa ideología.
Las noticias sobre el chat judicial con sus insultos y
descalificaciones políticas e ideológicas de ciudadanos y dirigentes elegidos
democráticamente y saber de las investigaciones irregulares del juzgado número
trece de Barcelona sólo ilustran lo que todos sabemos y no queremos decir en
alto porque es descorazonador: este estado no es una verdadera democracia y no
tenemos otro a mano. Hablamos nada menos de que del Ejército y el poder
judicial, los cuerpos del estado que deberían protegernos pero que realmente
todos sabemos que no nos protegen sino que nos vigilan y nos castigan si
pretendemos ejercer la libertad.
Todos los problemas de España como proyecto de
conjunto nacen de lo mismo, no hubo una ruptura democrática y la Transición,
con lo que hubiese de mejoría, tras la corrección tras el 23-F y la época
Aznar, caminó hacia un fracaso como proyecto basado en un entendimiento
profundo y compartido. La España fundada sobre el Régimen de Franco y luego la
Transición, ha fracasado. Fuera de España esto se sabe, aquí duele aceptarlo.
El aire de la vida pública está tan cargado del mismo
sentimiento que mueve a gente a abuchear a dos técnicos teatrales que recogen
un premio con lazos amarillos en el ojal. El lazo amarillo, tan peligroso que
despierta la ira, es el recordatorio de que hay políticos democráticamente
elegidos presos por defender y practicar sus ideas, como saben. Qué sentimiento
es ése que gusta de ser carcelero.
Pero los desmanes y excesos antidemocráticos cometidos
por el estado no hubieran llegado a ese punto sin un silencio atronador que se
sumó a un asentimiento estruendoso, un gran “¡a por ellos!” . Faltó una vez más
vigor cívico en la sociedad que se enfrentase a una operación de estado como
ésa, para obligar al gobierno a dialogar en vez de reprimir. Sí, la población
catalana que se movilizó para votar, además de castigada y agredida, se sintió
y se siente abandonada y traicionada por aquellos sectores, aquellas personas
de quien esperaban que los defendiesen de golpes y cárcel. Ofendida aunque no
vencida.
Los lazos que debieran preocupar no son los lazos
amarillos sino los lazos rotos.