jueves, 31 de mayo de 2012

Björk Out


Aquellos que dispongan de entrada de día para la jornada del sábado 2 de junio y tras la cancelación de Björk ya no deseen asistir a esa jornada podrán cambiar su entrada para asistir a otra de las jornadas principales que se celebrarán en el Parc del Fòrum el jueves 31 de mayo o el viernes 1 de junio. El cambio de entrada para otra de las jornadas principales se realizará solo durante la misma jornada a la que se desee asistir en los accesos al recinto.


El interesado ha de personarse del 5 al 18 de junio (ambos inclusive) en el punto de venta donde se efectuó la compra y entregar la entrada original en buen estado. El importe correspondiente a la entrada se entregará al interesado en el propio punto de venta.

Pues que mala suerte porque la ocasión la pintaban única para disfrutar de Björk, junto a otra serie de grupos, a un precio asequible, no interesa el cambio de sesión porque muchos de los que teníamos entrada para el sábado pasaran al viernes (en general el mejor día de cartel) con lo que el recinto estará a petar y con ello se resentiría el buen disfrute no masificado en exceso.

La nena tiene una afección en el nódulo de la garganta y entiendo perfectamente que si le falla la voz, algo indispensable en ella, suspenda el concierto. Lo que me parece increíble es que no devuelvan el importe de las entradas hasta 3-15 días después del evento, vaya que van a estar especulando con la pasta de un concierto que no vas a disfrutar durante dos semanas. Algo similar me pasó hace algunos años con el concierto de los Rolling Stones, donde resulta que el día anterior el amigo Keith Richards se cayó de un cocotero mientras hacía el indio y tuvieron que suspender el concierto. Que casualidad. Yo llevo currando en diferentes historias algo así como 26 años y creo que no he faltado ni un solo día al trabajo. Llámame responsable, o mejor dicho… Gilipollas!!!!

sábado, 19 de mayo de 2012

Auster-idad


Magistral ejercicio autobiográfico de un autor que se ha hecho a sí mismo, desde la Auster-idad de medios disponibles con los que el joven Paul decide cierto día dedicarse a esto de escribir, deliciosas pinceladas de sus vivencias parisinas, hasta el invierno de una existencia que el mismo da comienzo en cierto momento de sus 64 años actuales, instalado en la confortable placidez de su República Independiente de Brooklyn -Nueva York-, por elección propia. Un buen puñado de recuerdos de diferentes etapas de su vida que el lector debe ir situando en el tablero mágico de su memoria para ir dando forma a la persona, humana demasiado humana, que firma todas esas novelas que conforman una de las más impresionantes bibliografías contemporáneas existentes en la actualidad. Vivencias muy personales entregadas de forma aleatoria a cada salto de mata que puede suponer ese breve descansillo, flashbacks literarios que vuelan caprichosos de Infancia a Madurez o de Juventud a inicio de Tercera Edad; que encontramos en este diario, a pesar de que su estructura no es exactamente esa, la de diario de un becario de triste salario, así que lo rebautizaremos en anuario repleto de confesiones que van a sorprender, y mucho, a todo su ejercito de admiradores pero también a sus detractores (que aquí sentirán una irremediable simpatía hacia un autor que se desnuda sin tapujos dejándose puesto tan sólo un taparrabos de intimidad). Acuérdate de cuando eras niño y abrías un paquete de cromos rompiendo con tanto cuidado como precisión la solapa del sobre para ir sacando una a una esas estampitas que pintaban de ficciones el cuadro de tu imaginación. Esa podría ser la sensación que he ido sintiendo al avanzar entre las páginas de esta confesión.

Escrito en una especie de 2ª persona donde son las páginas en blanco que Paul va introduciendo en su vieja máquina de escribir Olympia las que le van arrancando su declaración a golpe de tecla, un gran acierto la elección de este recurso en mi opinión, y no al revés como suele desarrollarse habitualmente la batalla entre la mente del escritor y el alma nítida del papel virgen; ya desde la primera frase el tuteo entre uno y otro deja entrever una confianza ciega en lo que se nos va a contar de principio a fin. Imposible escoger algún pasaje en particular, todos contienen tal cantidad de detalles interesantes que hacen que sea sumamente difícil destacar alguno en particular (entiendo la dificultad de la persona que tuvo que escribir la sinopsis, esta de Anagrama, de un libro tan complicado de resumir que la mejor opción sería dejar que el lector extrajera sus propias conclusiones sobre lo que acontece entre líneas o despachar la explicación con tres o cuatro frases certeras sobre lo que vas a encontrar ahí dentro); cualquiera de esas hojas de calendario anuario que corren tan deprisa, que vuelan tan despacio, podría hacer que me extendiera demasiado sobre lo que sucede en su interior... Creo que no debo divagar más con respecto al argumento. Menos es más, siempre que multipliquemos sensaciones y dividamos su resultado entre el conjunto de días que cada uno ha vivido o vivirá: el resultado dependerá de los méritos adquiridos por cada cual.

Seriedad, templanza, moderación o prudencia podrían ser sinónimos de Auster-idad. Aquí conocemos personalmente, o casi, a un tipo particular, extremadamente raro (¿Quién cojones son los extraños: vosotros, nosotros… o, ¿puede que sean ellos?), que se gana la vida escribiendo libros, y lo hacemos porque el nos lo quiere contar ahora, justo en este preciso momento, en que la vida ha decidido que debe iniciar el invierno de su existencia. El trayecto que le lleve a esa última estación llamada Muerte puede durar unas cuantos años más, ojala sean los suficientes para que siga contándonos otras historias suyas, tan sólo hay que dejarse llevar con la elegancia que se le supone a cualquier persona digna de haber transitado por este mundo, y Paul Auster es una buena persona. Caerán muchas nieves en le invierno futuro, se perlaran de blanco las cumbres de tus sienes, puede que incluso el frío (ese que todos sentiremos) se haga insoportable; entonces y solo entonces será el momento de armarse de valor y enterrar bajo metros de tierra el miedo a traspasar la frontera. Y adentrarse en lo desconocido con la cabeza bien alta.

jueves, 17 de mayo de 2012

La Kultura no es tortura


Esta peña cumple un año en la red, por ahí abajo los tengo enlazados, pero pincha aquí para conocerlos mejor por ti mismo, ofreciendo otra forma de hacer periodismo y tratando la cultura desde cualquiera de los diferentes prismas que la comportan. Vaya, que no te vas a aburrir si lo que buscas es profundizar en la materia y aprender de temas tan dispares como: Arte y Letras, Cine y TV, Deportes, Ciencias, Música, Gastronomía, Tendencias, Viajes… y muchos otros temas que te van a sorprender por la calidad con que son tratados por el responsable de turno. Además de unas rigurosísimas entrevistas a personajes conocidos, y no tanto, que pondrían los dientes largos al mismísimo Vampiro que a veces asoma por este blog.
Para celebrarlo lanzan una edición especial en papel que estará disponible a principios del mes de junio en las ciudades más importantes del jodido Estado, aunque también se puede conseguir contactando con ellos en la misma página para urbes pequeñitas, pueblos más chiquitines, y otros países del Universo. Una gran noticia ver aparecer publicaciones como ésta, entre tanta basura que rezuma por las cuatro paredes de cualquier kiosko. Lo pillaremos, claro.

sábado, 12 de mayo de 2012

Año 1 después de Crisis


El próximo martes se cumple el primer aniversario del 15-M, movimiento evolutivo y pacífico que la humanidad debería instituir como festividad propia, para que esos pocos que se empeñan en destrozar el mundo sepan que no sólo no lo van a tener fácil sino que lo de someter al respetable les va a ser imposible de realizar. La cosa va a nivel internacional, o sea que en todas las ciudades del globo la buena gente saldrá a tomar las calles para que no se apague la llama del derecho básico que supone vivir con dignidad. Que la vida es sueño, como dijo Calderón, así que móntate en la barca libertaria.
Como cae en martes, ni nos casamos con el sistema ni nos embarcamos en su aventura suicida, la concentración más potente se celebrará hoy sábado, o sea que esta tarde a las 18.00 h. en la plaza de tu pueblo, de tu ciudad, de tu país, de tu mundo, puedes darte un paseíto y disfrutar de la primavera que si llega. En todas partes cuecen habas, las razones de las que bullen en la olla española podrían ser estas: ni un puto euro más para rescatar a los bancos, educación y sanidad públicas y de calidad (que no nos quiten todo aquello que tanto costó conseguir…), nada de precariedad en tu trabajo y por supuesto que se metan la reforma laboral por donde les quepa, por una vivienda digna garantizada, una renta básica universal… ¿Te parece poco?.

martes, 8 de mayo de 2012

Ghotic Rugby


Título: La gloria hay que ganársela
Autor: Ray McManus (Irlanda) – Sportsfile

El fotoperiodismo, profesión admirable donde las haya, da imágenes inmortales a lo largo de cualquier año. El World Press Photo (que llega a España con una Exposición que espero ver más pronto que tarde) premia los mejores momentos congelados en el tiempo, retales de nuestra historia, y ahí tiene que estar un profesional de la cámara para captar ese instante que transcurrido un solo segundo más ya no se volverá a repetir. Esta estupenda fotografía obtuvo el 2º premio en la categoría de deportes. Dudo mucho, aunque le concedo el beneficio de la duda, ya que desconozco la foto todavía, de que pueda gustarme más el primer premio.
Llueve a mares y el terreno de juego se ha convertido en un lodazal impracticable, pero no se puede parar el partido porque hay demasiado en juego, aunque sea a la pequeña escala local donde se desarrolla la batalla, además nadie se mueve de su asiento. El tío que libera el melón de cuatro gajos fabricados en cuero se llama Conor Crowley y su equipo es el Blackrock College, están jugando contra el Old Belvedere en la última jornada de la All Ireland League. Ni idea de cual fue el resultado final pero parece que no fue suficiente para el bueno de Crowley porque los Belvederes acabaron ganando el partido y la Liga.

La cuestión es que al mismísimo Caravaggio le hubiera costado pintar un cuadro mejor…

sábado, 5 de mayo de 2012

El aprendizaje de la Soledad


Ha sido un acontecimiento extraordinario, de esos que suceden en contadas ocasiones a lo largo de toda una vida y como tal, digno de figurar en mi bagaje existencial. Sensaciones, momentos en el tiempo, cruce de caminos mentales; multitud de formas diferentes podrían dar nombre a lo sucedido durante la semana en curso. Jean-Paul Charles Aymard Sartre dio a luz al ciudadano Antoine Roquentin en 1938, en un parto tan extremadamente placentero para su primerizo autor como doloroso para todo aquel futuro lector que sepa descifrar el mensaje encerrado en ese bote de tinta roja que contiene su obra, elocuencia reafirmada hasta el extremo del paroxismo para quién firma esta reseña. Casi tres cuartos de siglo después, a principios de un mayo de 2012, clausuro la lectura de LA NAUSEA, giro el cuello a izquierda y derecha arrancando un leve gemido a las astillas de hueso que resbalan por mi espina dorsal, después miro hacia arriba y hacia abajo; allí en lo alto observo el mismo cielo cambiante de todas las primaveras mientras presencio allá abajo como mis manos que tiemblan nerviosas de emoción contenida, desplegan una y otra vez el abanico de páginas del libro como si así pudieran ahuyentar al demonio que encierra dentro. Simone se lo explicó a Jean-Paul, mientras Anny se disfrazó de diosa materialista y menospreció el espíritu de Antoine... Some of these days you’ll miss me, Honey.

La estructura en forma de diario de la novela es algo bastante relativo, ya que como podemos observar el autor “malgasta” días enteros en una solo línea (como cualquiera de nosotros podría despachar 24 horas de su existencia de un solo trago), mientras que dedica ciertos ramilletes de tiempo, tan precisos como exactos (viernes a las 3, jueves a las 6…) a desarrollar toda una serie de anécdotas capaces de envolver al lector en una nebulosa de fluida narrativa ajena al río del transcurso de la acción. En todo caso, asistimos a los últimos estertores de la estancia de Antoine en Bouville, un pueblucho en mitad de ninguna parte del que Sartre (intentando “engañar” al lector, ya que afirma en cierto pasaje que es la 7ª población francesa, algo que, investiguen ustedes al respecto, no consiguió hacer con un servidor, a no ser que decidiera disfrazar una innombrable ciudad bajo el pseudónimo de Bouville, que también podría ser…) antes de partir hacia París en busca de un poquito más de… grandeza. Él que lo ha viajado todo, lo ha leído todo, lo ha vivido todo; él que tiene la facultad de valorar a las personas con un simple vistazo, y de borrar a los personajes superfluos de un solo plumazo. Todo ocurre allí, el descubrimiento de la extraña sensación, el reencuentro con Anny (descomunal en cuanto al contenido de la conversación en uno de los escasos pasajes dialogados de la obra), allá localizamos su territorio de acción, su coto de caza, entre cafés y las señoritas que los sirven, además de sus inexcusables visitas diarias a la biblioteca municipal. Supongo que no olvidaré nunca ese paseo, un domingo cualquiera, de Antoine por Bouville, sus parques y sus gentes, sus convenciones sociales, la idiosincrasia propia de los personajes que pululan por la calle vestiditos de domingo a las 12 del mediodía en cualquier ciudad, ayer y hoy, prueben ustedes sino a observar atentamente… Some of these days you’ll mis me, Honey.

Todas aquellas personas que hayan tenido la oportunidad de disfrutar de esta obra maestra de la literatura, que reposa desde ya en el Olimpo de la Inmortalidad de mis lecturas personales, sabrán valorar en su justa medida el peso que tiene en ella el personaje del Autodidacto, lo pongo en mayúscula porque así quiso que fuera el propio Sartre, y todo aquello que surgió de su relación con Roquentin (un tipo asocial, extremadamente reservado y solitario, rara avis que sobrevuela las alturas de la inteligencia suprema). Un Autodidacto vendría a ser alguien que aprende por si solo de las cosas que le ofrece la vida, que no acepta las enseñanzas de los gurús que imponen los tiempos dados y nunca prestados; aunque busque desesperadamente el contacto con ellos para pasarles, con tanto disimulo como respeto, la esponja que todo lo absorbe por la espalda (es)cultural. Alumno de todo maestro de nada, gracias por todo y desgracias por nada. Múltiples vericuetos se pueden tomar desde el sendero que conduce la trama; personalmente, y una vez devorado ese tercio final que incluye el apoteósico cierre de la obra (donde entre cosas el autor nos devela la edad real de Roquentin, algo que supongo tirará por tierra muchas de las conjeturas prematuras del lector desprevenido…), olvido voluntariamente presentarme en esa estación donde el tren de las sombras ya emite el último aviso a los pasajeros que desean marchar; aquí me quedo, todavía tengo muchas ganas de aprender. Y vuelvo al Rendez-vous des Cheminots, pido un café solo y le suplico a la camarera que vuelva a poner aquel antiguo disco de vinilo, quiero volver a sentir como la aguja de diamante que surca las venas de notas, de letras, crepita de nuevo sobre la superficie oscura y lisa del objeto redondo; quiero escuchar de nuevo aquella canción de la solista negra sin nombre, acompañada por su banda de jazz, y cuyo estribillo dice aquello de… Some of these days you’ll mis me, Honey.