“Buenos días señor/a:
El médico/familia/personal ha tomado en consideración su
candidatura para el Programa de Enfermos Terminales y, por consiguiente, se le
negarán los siguientes cuidados e intervenciones programadas a partir de las
3:00 del día de hoy, negativa que se hará extensiva a cualquier futuro que le
quede. Televisión, oxigeno, antibióticos, galletas, pilas, agua de
refrigeración, verdes praderas y cualquier muestra de compasión que la divina
providencia haya tenido a bien concederle hasta la fecha, merecida o inmerecidamente.
Cualquier oscuridad apacible que haga las veces de cubil, madriguera, santuario
o refugio. Libertad frente al temor. Cualquier acto de gracia, salvo aquellos
que sobrepujen todo entendimiento. Curas podológicas. Curas dentales. Dónuts
rellenos de confitura. Gafas. Excursiones. Cualquier excursión para mitigar la
atrofia muscular. Esa estúpida bolita dura que le animábamos, animábamos,
animábamos a estrujar aunque usted nunca lo hacía, le será desposeída. Todo
capricho, esperanza, deseo. Cubitos de hielo en una taza para morderlos.
Llaveros. Para las señoras, sombreros. Cualquier consuelo que le brinden los
sueños es todo cuanto le queda. No recomendamos intentar soñar con la
posibilidad de empezar de nuevo. No sueñe con su primer beso o con la persona
que habrá sido el amor de su vida. Absténgase de entrar en detalles sobre la
belleza del relámpago, las praderas, los ojos, el tacto de ciertas manos.
Absténgase de esas viejas construcciones –la casa para los pájaros hecha con
madera de cedro, la estantería para los libros ensamblada con pernos, el
columpio para el niño que en su momento le pareció tan sencillo de montar-. Sugerimos,
en cambio, soñar con bolas pequeñas dentro de bolas más grandes, con liquido de
aire azul, con nubecillas resplandecientes, con rizomas. Sueñe con rizomas, si
puede.”
Los vivos y los muertos
Joy Williams