Uno siempre se preguntará, del mismo modo que todos sus fannes, lo que hubiera sido capaz de
crear este hombre si la parca no se lo hubiera llevado tan y tan pronto. Aquí,
reconozcámoslo, ha conseguido superarme en el tercio final después de recorrer
media Europa junto a Martín de Viloalle (el prota), sitúense en 1767, desde su
Galicia natal (novicio jesuita con ínfulas pictóricas) hasta la vasta Roma (donde
abandona un poquito del todo la fe) pasando después por ciertos lugares de
Alemania, Dinamarca, París mon amour…
Bueno, la ‘culpa’, en mi opinión
–entrecomillo, eh?-, es de Welldone (el mentor del prota), un personaje
sobrecogedor en su sabiduría de buscavidas supremo (Logia Masónica presente)
que acaba desarbolando cualquier intento de lectura plácida, lo cual no tiene
que ser necesariamente un defecto –conste en acta reseñada este estímulo
intelectual-; tanta, Naturaleza Supracultural quiero decir, que puede llegar a
abrumar a cualquier lector desprevenido; digamos que impresiona sobremanera la
utilización del lenguaje del que hace gala Casavella, de una riqueza descomunal
dicho sea de paso, eso, por sí solo, ya hace que este sea un libro recomendable
100%, claro, aunque personalmente siempre aconsejaría el paso previo o peaje
obligatorio que supone “El día del Watusi”, novela por la que apuesto a muerte
si hablamos de Masterpieces totales,
cumbres literarias y tal.
Este es un libro sorprendente en cuanto al cambio de
registro con respecto al grueso de la obra del autor ya que podríamos
etiquetarla dentro de la novela histórica (muy bien documentada como podrán
apreciar los amantes del género), pero también podría englobarse dentro de la
novela de aventuras (la primera parte, la que más me gustó, donde conocemos las
vicisitudes del crecimiento del joven Martín en el pazo gallego de los
Viloalle), pero en todo caso es una lectura de densidad extrema en algunos de
sus pasajes (hay una cierta irregularidad entre capítulos capaces de llevarnos
de lo supremo, en cuanto a goce lector, al tedio de lo ‘excesivamente
sobrecargado’ y vuelvo a entrecomillar), quedan avisados, y con esto vuelvo a
hacer mención a la delirante sabiduría del personaje de Welldone (que es inglés
pero domina todos los idiomas, entre ellos el castellano, donde de la mano de
Casavella me ha hecho aprender una larga, interminable, serie de palabras
maravillosas de esas que uno agradece sobremanera descubrir…), y también será
una novela de culto, todas las suyas tienen inevitablemente ese adjetivo pegado
a sus costuras, para quién ose adentrarse en los secretos que esconde. Es una
apuesta de riesgo, sí, pero la recompensa obtenida al cerrar la contraportada bien
vale la pena.
Sé alguna cosa más sobre los vampiros, desengáñense quienes
los busquen en esta lectura de título tan ‘impostado’, pero me temo que hasta
aquí puedo contar al respecto. Respeto total y culto inmediato hacia la figura
de Francisco Casavella, un autor a reivindicar desde cualquier plataforma donde
la literatura sea protagonista, Pluma Maestra sin ningún tipo de duda.-