“Cuatro corpulentos agentes
antidroga avanzaron a todo trapo por la puerta derribada como un puñado de
caballos escapándose de un establo.”
·
“—Y ya te lo dije, persigue su suerte a
rachas. Cuando está a tope, corre como un perro, y cuando no está fino se queda
en la cama en algún refugio perdido y no le ves el pelo. Conozco a ese cabrón.
Llevo quince años detrás del viejo Bob, y joder, en aquella época ya era un
profesional. Creo que lo cogieron en su primer farmacia cuando tenía trece
años, y ¿qué tiene ahora, treinta y tres, treinta y cinco? Lleva en el oficio
veinte, tal vez veinticinco años. Créeme, sabe de qué va esto. De hecho, es
capaz de olernos. Probablemente sabe que estamos aquí fuera y seguramente ha
colado a su abogado por la puerta de atrás, y lo tendrá ahí sentado cuando
entres e intentes colocarle algo. Te lo aseguro, ese tío es muy hábil. Pero
como te he dicho, actúa a rachas y a veces va tan lanzado que no sabe cuándo
parar, y creo que esta podría ser una de esas veces. Mierda, acaba de dar dos
palos realmente buenos y sabe que todo está de su lado. Volverá a moverse, ya
lo verás. Y si lo hace, nos lanzaremos a por él. Y si nos lanzamos, lo
pillaremos, porque si atrapamos a Bob en una farmacia, con todos los antecedentes
que tiene, ganaremos el caso. Es decir, por pocas que sean las pruebas en su
contra, cualquier jurado lo condenará por su mala fama.”