«Como tantas viudas antes que
ella, Chispa en el primer momento quizá se sintió liberada. Después, igual que
ellas conoció el valor del contrapeso perdido, soportó el misterioso acumular
de cargas sobre el alma solitaria. Supo lo que es la falta de pareja, que
ninguna pasión suple del todo.
Parejas para ser exactos no le faltaron.
Vergonzosamente desparejas, además. La viuda de oro corrió el campo de noche,
se acopló aullando con los perros más viles, enloqueció de placer.
Cada mañana amanecía elegantemente echada
en el corredor. Se levantaba a saludarme moviendo como siempre la cola y
haciendo sonar las uñas sobre la baldosa. Charlábamos. Sentado en un poyo del
corredor la acariciaba con los viejos halagos y algún adjetivo nuevo que por
merecido no llegaba a ofenderla, y lánguida de fatiga sonreía entrecerrando los
ojos, y buscaba con el hocico el hueco de mi mano.
La cabeza de cierva era la misma, atenta,
risueña, intensa, distraída, la cabeza de cierva de mi amiga inmersa en el
mundo violento y fútil de las pasiones, experta en embriagueces que nutren esa
semilla de soledad, raíz de la melancolía, que por tantos años pareció ignorar».
Publicado por Malastierras
editorial. Primera edición: septiembre de 2021. Año de publicación: Sudamericana,
1968. Premio: Municipal de Literatura (1968). 500 páginas.