“Tomo el metro en la estación de
la Barceloneta para no llegar tarde. Los pasajeros consultaban sus móviles,
escuchaban música por los auriculares o dormitaban en los asientos; miraban a
ninguna parte, unos con expresión ausente, y otros retadora. Cada uno encerrado
en su mundo. Se bajó en Urquinaona para hacer transbordo. Los túneles estaban
repletos. La mayoría se afanaba en avanzar, pero otros bloqueaban el paso
caminando cansados, con desgana. El aire viciado olía a sudor, a cerrado, y la
atmósfera allí abajo era agobiante.
Cogió la línea roja hacia plaza de España.
El vagón estaba atestado. A pesar de ello, un hombre con un acordeón se empecinaba en tocar una musiquilla irritante al compás que marcaba una mujer con una pandereta. Las toses, los estornudos, los empujones. Un anciano, de pie, lo soportaba con mirada estoica. Varios jóvenes, sentados, hablaban a pleno pulmón. Los demás, con los rostros estragados por el sueño o la tristeza, se conformaban con aguantar resignados.
El convoy se detuvo en la parada anterior, se abrieron las puertas, bajó y subió gente, y volvieron a cerrarse. No arrancó. Pasaron unos minutos. Las puertas se abrieron de nuevo. Por los altavoces del andén, un empleado anunció que por causas técnicas se suspendía el servicio durante un tiempo indeterminado.”
—¿Causas técnicas? ¡Ya! —dijo una mujer con fastidio-. Uno más que se ha quitado de en medio.
Cogió la línea roja hacia plaza de España.
El vagón estaba atestado. A pesar de ello, un hombre con un acordeón se empecinaba en tocar una musiquilla irritante al compás que marcaba una mujer con una pandereta. Las toses, los estornudos, los empujones. Un anciano, de pie, lo soportaba con mirada estoica. Varios jóvenes, sentados, hablaban a pleno pulmón. Los demás, con los rostros estragados por el sueño o la tristeza, se conformaban con aguantar resignados.
El convoy se detuvo en la parada anterior, se abrieron las puertas, bajó y subió gente, y volvieron a cerrarse. No arrancó. Pasaron unos minutos. Las puertas se abrieron de nuevo. Por los altavoces del andén, un empleado anunció que por causas técnicas se suspendía el servicio durante un tiempo indeterminado.”
—¿Causas técnicas? ¡Ya! —dijo una mujer con fastidio-. Uno más que se ha quitado de en medio.
Publicado
por:
Ediciones Destino
Año
de publicación: 2020
Páginas: 400
Serie: Milo
Malart (2)
También
en este blog: Milo Malart (1) — Milo Malart (3)