“Milo se puso a entonar la
melodía de la Chacona por lo bajo de
forma inconsciente. La ciudad se extendía ante sus ojos, cómodamente echada al
sol, desparramada hacia un mar que hervía de agitación. El paisaje cambió por
completo. La imagen plácida se convirtió de golpe en una tormenta tenebrosa.
Las olas, densas como el petróleo, se arqueaban bajo un cielo oscuro estriado
por rayos plateados y los latigazos rasgaban los negros nubarrones seguidos por
fogonazos de luz cenicienta. Cerró los ojos un instante y los abrió. La ciudad
apareció de nuevo bañado por el sol. Solo había sido un espejismo, otro más.
Sin poderlo evitar, se estremeció ante la visión de las torres de la Sagrada
Familia, y como tantas otras veces volvió a irritarle el polvoriento edificio
de Nouvel, con su patética forma fálica. Plantado allí en medio de manera
incomprensible, distorsionaba las líneas de una Barcelona que, no sabía por
qué, se le antojaban femeninas, como una mujer tendida boca arriba. Con el
ánimo ensombrecido, le pareció un enorme y primitivo menhir clavado en su
espalda, atravesándola hasta surgirle por el pecho. Una mujer que no yacía
muerta, sino asesinada.”
Serie Milo Malart (3)