viernes, 27 de noviembre de 2020

Panza de burro - Andrea Abreu

 

“Contra la silla del colegio, así, como se estriegan los animales contra la mierda, contra las ranas en descomposición, así, nos estregábamos nosotras contra la silla del colegio. Y los niños atendían a la clase, que era una clase pequeña, con un solo maestro para dos cursos, y habíamos niños de primero en el lado izquierdo de la clase y niños de segundo en el lado derecho de la clase y el maestro nos explicaba un ratito a cada uno y escuchábamos las explicaciones de los del curso más grande. Por eso aprendíamos cosas que todavía no nos tocaba aprender y sabíamos dividir por tres cifras y estregarnos contra la silla, como los cochinos contra el estiércol, estiércol de caballo. Luego apestábamos a pepe, toda la clase apestaba a pepe y las ropas de los otros niños apestaban a pepe y el maestro y las manos del maestro de tocar las tizas que nosotras tocábamos.”


jueves, 19 de noviembre de 2020

Metal•lúrgia – Víctor Nubla

 



“Abans he dit que les converses amb els dracs acostumen a resultar-me enriquidores, i és cert, però sempre arriba el moment que la seva actitud em produeix un ineludible sentiment d’inferioritat. Per una banda, és clar, hi ha la qüestió de la mida: els dracs són molt més grans que les persones. D’altra banda, la ferocitat: tota l’estona tens la sensació que et podrien carbonitzar, o devorar-te, depenent del que diguis i el que facis.”


domingo, 15 de noviembre de 2020

G de Gota

 


Gotas de orina en los pantalones de Vivaldi.

 

Llora el gotero de suero fisiológico, lágrimas de sal que vas contando a modo de ovejitas para ahuyentar al lobo del insomnio, una a una, como te explicaron que hacía la abuela Aurora, enredándose, con las cuentas del rosario.

Tumbado en tu cama de hospital, te dejas mecer por la acompasada cadencia del proceso de transfusión, líquido brebaje que pronto será plasma colorado, piensas, mientras ves reflejado tu rostro en ese otro negro plasmado en la triste pantalla de televisión que cuelga en el centro de la habitación. Único protagonista principal retorciendo el rostro en una mueca de grotesco aburrimiento.

La enfermera de los ojitos bohemios hace acto de presencia, sonríe mientras comprueba de una ojeada que todo está en orden. Termómetro, tensiómetro… vital y constante rutina. Ahora pincharemos un dedo, el que tú quieras, para mesurar el nivel de glucemia: una gota de sangre que le hablará de ti. El termostato enclaustrado de este receptáculo marca 21º engañando al crudo frío del enero exterior. Una perla resbala del collar de su fino cuello y se pierde escote abajo, camino hacia el mar de tu pérfida perdición: una gota de sudor a cambio de un guarismo de dulzor.

Otro día más. Girando el cuello hacia la derecha puedes apreciar como rompe el alba contra la ventana y su espuma rosada empaña el cristal con pétalos de escarcha. Tímidas gotas de lluvia dibujan espurias constelaciones en el vidrio. Pronto serás libre luz de un nuevo día, libélula de madrugada.

Sangre, sudor, lágrimas… e invierno.


Texto publicado en La Charca Literaria - AQUÍ


domingo, 8 de noviembre de 2020

Los errantes – Olga Tokarczuk

 

MOMENTO Y LUGAR ADECUADOS

“No son pocos los que creen que el sistema de coordenadas del mundo determina un punto perfecto donde el tiempo y el espacio alcanzan un acuerdo. Hallarse en el momento y lugar adecuados, aprovechar la oportunidad, agarrar por el flequillo el instante, y entonces el código de la cerradura se desactivará, la combinación de cifras del premio gordo quedará al descubierto, la verdad, revelada. No pasarlo por alto, surfear sobre la casualidad, las coincidencias, los giros del destino. No se necesita nada más, basta con comparecer en esa configuración única de tiempo y espacio. Ahí se puede encontrar un gran amor, la felicidad, un décimo premiado de la lotería o la explicación de un misterio que todo el mundo lleva años buscando en vano, o la muerte. Algunas mañanas da la impresión de que tal momento está al caer, tal vez sea hoy mismo.”

Traducción del polaco de Agata Orzeszek


lunes, 2 de noviembre de 2020

Carter – Ted Lewis

 




“Doblé a la izquierda para coger una calle oscura de casas apareadas cuya parte delantera remataban unos estrechos jardines. Por encima de la lluvia y la oscuridad, unas nubes bajas tocadas por el rosa de las siderúrgicas se deslizaban lentamente por el cielo.”

     “Había una pareja de patanes que jugaban a una máquina tragaperras. Había un abuelo con una media pinta y el Racing Green, y a su lado había una prostituta muy vieja enfundada en un traje pantalón y que iba dejando restos de carmín por todo su vaso de Guinness. Pero ni rastro de la persona a la que estaba buscando.

     Eran las siete y cuarto.

     Me acerqué a la barra. El propietario miraba algo en la caja registradora y pensaba. El camarero se apoyaba contra el espejo que había detrás de la barra. Estaba de brazos cruzados. Su peinado era una versión irlandesa de Tony Curtis. ”