sábado, 30 de abril de 2016

La soledad del cobrador de fondo

“Entró en su apartamento, y su hondo suspiro de alivio fue el de un hombre para el cual la vida de ermitaño nunca dejará de ser una tentación omnipresente. Su hermano Irwin, propenso a los remordimientos de conciencia, había defendido en infinidad de ocasiones que la razón de que Norman fuera un fracasado, las causas de la blandura de Norman en sus relaciones con los demás, brotaban de su querencia por la soledad. Despojándose de sus ropas demasiado holgadas, cubiertas de polvo, y abriendo el agua caliente de la bañera, Norman no le habría rebatido esa opinión. Él no sabía por qué era como era. Sus pasiones siempre le habían resultado de difícil lectura. De niño, había parecido bastante feliz. Había soñado mucho despierto, casi siempre sueños convencionales en su romanticismo. Aún le sucedía. Estirarse dentro de su ser había parecido la forma natural de crecer hasta que fue un hombre maduro y después le había desconcertado sólo un poco. Ahora, naturalmente, notaba la inminencia del dolor, pero no lograba imaginar de qué modo pudiera afectar a su personalidad.
Se introdujo en la bañera y abrió un poco el agua fría. Se agachó, flaco y peludo como era, hasta ajustar la temperatura idónea, y contempló los intersticios entre los baldosines. La tristeza: había experimentado esa emoción diez mil veces. Igual que la expiración sigue a la inspiración, la consideraba el reverso lógico de cada empuje de felicidad.”

Mott Street corner, Chinatown – NYC, January – 1953.

Los inquilinos de Moonbloom
Edward Lewis Wallant

sábado, 23 de abril de 2016

La Biblia en prosa

“Pacificada Galilea, es decir, totalmente arrasada, llega la hora de ocuparse de Jerusalén, foco de la insurrección. Vespasiano descubre que este nido de avispas grisáceo, adosado a una colina escarpada, está de hecho muy bien defendido. No importa: se tomarán su tiempo. Dejarán que los rebeldes se maten entre ellos, y mala suerte para sus rehenes, habitantes y peregrinos. Vespasiano ha hecho bien sus cálculos: se matan entre ellos. Todo lo que se sabe de los tres años que duró el asedio lo sabemos por Josefo, que lo siguió desde el campamento de Vespasiano pero recogió testimonios de prisioneros y desertores. Estos testimonios son aterradores, de una manera que, por desgracia, nos resulta conocida. Jefes guerreros rivales, al mando de milicias que aterrorizan a los desdichados que simplemente tratan de sobrevivir. Hambrunas, madres que pierden la razón después de haberse comido a sus hijos. Fugitivos que antes de partir se tragan todo su dinero confiando en cagarlo cuando lleguen a un lugar seguro, y los soldados romanos, avisados de este hecho, adquieren la costumbre de destripar a los que apresan en las barreras para registrarles las entrañas. Bosques de cruces en las colinas. Cuerpos desnudos de los ajusticiados que se descomponen bajo el sol de plomo. Pollas cercenadas con buen humor, porque la circuncisión siempre ha divertido al legionario. Jaurías de perros y chacales se sacian con los cadáveres, y esto no es nada, dice Josefo, comparado con lo que sucede detrás de las murallas de la ciudad, que él describe como una bestia enloquecida por el hambre y que se alimenta de su propia carne.”


El Reino
Emmanuel Carrère

lunes, 11 de abril de 2016

Magnetismo narrativo

“Cierro los ojos y aún puedo ver cómo me llevabas de la mano a través de este largo pasillo, el mismo por el que ahora circulan corrientes de aire entre sus paredes desconchadas y las lagartijas que se cuelan por las ventanas mal cerradas. Recuerdo que anochecía y, cuando llegamos a la otra zona de la casa, donde tú habitabas, me pediste que esperara un instante. Había tanta oscuridad que tuviste que adelantarte a encender una lámpara. Entramos en tu estudio. Los postigos entreabiertos dejaban filtrar las últimas luces del día. Una vez en el interior de aquella habitación que era sólo tuya, sentí que el aire no era sólo aire, sino que a él se unía algo más, algo que no podía verse, pero que yo sentía en mi piel, como una densidad fría que me rozaba y envolvía. No tuviste que darme muchas explicaciones. Yo ya sabía coger el péndulo perfectamente. Te había visto practicar tantas veces…”


El Sur seguido de Bene
Adelaida García Morales

domingo, 10 de abril de 2016

Pérez de Rozas – Crònica gràfica de Barcelona (1931-1954)

Los Pérez de Rozas son o fueron varias generaciones de reporteros gráficos que dejaron un impresionante legado en la historia del fotoperiodismo, especialmente en los retratos que hicieron a pie de calle en esa Barcelona mestiza que constantemente cambiaba de piel según los vientos que soplaran pero que a su vez siempre tuvo-tiene-espero que tendrá una idiosincrasia propia que aquí queda enmarcada para la posteridad. Esta exposición abarca un periodo muy concreto del siglo XX donde el patriarca Carlos Pérez de Rozas Masdeu (Madrid 1893 – Barcelona 1954) consiguió congelar el tiempo en unas impresionantes instantáneas que desde luego resultan insuperables en su técnica, imposibles de olvidar tras el cortito pero muy productivo paseo por esta antológica muestra. Chapeau.-


FECHAS: Del 12 de noviembre de 2015 al 21 de mayo de 2016
DONDE: Arxiu fotogràfic de Barcelona (Pl.Pons i Clerc, 2 – Ciutat Vella).
HORARIO: De lunes a sábado de 10.00 a 19.00 – Domingos y Festivos Cerrado.
METRO: Arc de Triomf (L1), Jaume I (L4).
ENTRADA: Gratuita.

jueves, 7 de abril de 2016

Flores desangeladas

“Cuando me dirigía a esta aldea en la que conocí a Elsa, venía con el propósito de abandonarla si no lograba soportar la soledad que me esperaba. Pues aunque he viajado con relativa frecuencia, y he conocido un considerable número de ciudades, tanto de España como del extranjero, nunca me había sentido atraída por lugares solitarios y aislados, los que se me habían aparecido siempre como simples nombres perdidos en los mapas. Y, sin embargo, cuando dejé atrás la venta de Las Angustias y entré en Las Alpujarras, tuve la impresión de cruzar una frontera precisa y de penetrar en un mundo extraño que se volvía hacia sí mismo, encerrado en una quietud intemporal. Multitud de pueblecitos se escondían entre silenciosas cordilleras, indiferentes a ese otro mundo que quedaba fuera, lejano y confuso. La carretera ascendía por las montañas. Me dirigía a un lugar que se elevaba a mil quinientos metros por encima del nivel del mar. A medida que iba subiendo crecía la intensidad del silencio que silbaba en mis oídos. Cuando al fin divisé el valle del Poqueira me quedé anonadada: era el paisaje más bello que yo había visto en mi vida. Los pueblecitos blancos parecían dormir, apretados como líquenes, en la ladera y en la cumbre de una montaña inmensa. Después, la intensa luz del sol de esta tierra y la solemnidad del paisaje me provocaron tal exaltación, que por unos instantes desaparecieron todos mis temores.”

Capileira – Valle del Poqueira - Granada

El silencio de las sirenas
Adelaida García Morales

domingo, 3 de abril de 2016

El viaje de la vida

“Da un poco de vergüenza, porque son unos cuadros muy sensibleros, malos y estúpidos. Representan las cuatro edades del hombre: infancia, juventud, madurez y vejez. En cada uno hay un personaje en una barca que navega por un río y al que guía un ángel. En el primero hay un bebé en la barca que sale de una cueva oscura. La matriz. Es por la mañana, temprano, y la corriente fluye serena a través de un valle idílico lleno de flores. El ángel está en la barca, de pie, detrás del bebé, y ambos tienen los brazos extendidos para abrazar al mundo ante ellos. En el cuadro Juventud es mediodía y la barca ha avanzado más por el hermoso valle. El bebé se ha convertido en un joven y está de pie, con los brazos extendidos hacia el futuro. El ángel se cierne sobre la orilla, señalando el camino como un guardia de tráfico. Las nubes se han transformado en un fantástico castillo en el aire, rodeado de cielo azul. En Madurez las aguas del río son tumultuosas y el paisaje es rocoso y yermo. Ha oscurecido y el cielo está lleno de nubes de tormenta. El joven es ya un hombre y sigue de pie en la barca, pero ahora junta las manos para rezar mientras la barca se dirige a los rápidos. El ángel está muy lejos, mirándolo a través de un hueco abierto en las nubes, observando la barca que se precipita adelante. Escalofriante. En el último cuadro la barca entra desde el lado contrario de la tela. Es difícil saber la hora, porque el cielo está lleno de nubes oscuras excepto muy a lo lejos, donde descienden haces de luz. Es un momento crepuscular fuera del tiempo. El río está a punto de desembocar serenamente en un enorme y oscuro mar. Un anciano está sentado en la barca y un ángel flota por encima de él, señalando el mar y el cielo oscuros. A lo lejos, otro ángel  mira desde las nubes. Las manos del anciano siguen entrelazadas, pero es difícil saber si reza o si ruega al ángel que lo salve antes de penetrar en la enorme y espeluznante oscuridad.”

El viaje de la vida (Juventud) – Thomas Cole (1842)

Algún día este dolor te será útil
Peter Cameron