“Cuando
me dirigía a esta aldea en la que conocí a Elsa, venía con el propósito de
abandonarla si no lograba soportar la soledad que me esperaba. Pues aunque he
viajado con relativa frecuencia, y he conocido un considerable número de
ciudades, tanto de España como del extranjero, nunca me había sentido atraída
por lugares solitarios y aislados, los que se me habían aparecido siempre como
simples nombres perdidos en los mapas. Y, sin embargo, cuando dejé atrás la
venta de Las Angustias y entré en Las Alpujarras, tuve la impresión de cruzar
una frontera precisa y de penetrar en un mundo extraño que se volvía hacia sí
mismo, encerrado en una quietud intemporal. Multitud de pueblecitos se
escondían entre silenciosas cordilleras, indiferentes a ese otro mundo que
quedaba fuera, lejano y confuso. La carretera ascendía por las montañas. Me
dirigía a un lugar que se elevaba a mil quinientos metros por encima del nivel
del mar. A medida que iba subiendo crecía la intensidad del silencio que
silbaba en mis oídos. Cuando al fin divisé el valle del Poqueira me quedé
anonadada: era el paisaje más bello que yo había visto en mi vida. Los
pueblecitos blancos parecían dormir, apretados como líquenes, en la ladera y en
la cumbre de una montaña inmensa. Después, la intensa luz del sol de esta
tierra y la solemnidad del paisaje me provocaron tal exaltación, que por unos
instantes desaparecieron todos mis temores.”
Capileira
– Valle del Poqueira - Granada
|
El
silencio de las sirenas
Adelaida
García Morales