“Cierro
los ojos y aún puedo ver cómo me llevabas de la mano a través de este largo
pasillo, el mismo por el que ahora circulan corrientes de aire entre sus
paredes desconchadas y las lagartijas que se cuelan por las ventanas mal cerradas.
Recuerdo que anochecía y, cuando llegamos a la otra zona de la casa, donde tú
habitabas, me pediste que esperara un instante. Había tanta oscuridad que
tuviste que adelantarte a encender una lámpara. Entramos en tu estudio. Los
postigos entreabiertos dejaban filtrar las últimas luces del día. Una vez en el
interior de aquella habitación que era sólo tuya, sentí que el aire no era sólo
aire, sino que a él se unía algo más, algo que no podía verse, pero que yo
sentía en mi piel, como una densidad fría que me rozaba y envolvía. No tuviste
que darme muchas explicaciones. Yo ya sabía coger el péndulo perfectamente. Te
había visto practicar tantas veces…”
El
Sur seguido de Bene
Adelaida
García Morales