“¿Cuál era mi destreza? ¿Combinar
palabras? ¿Armar frases elocuentes y expresivas? ¿Qué sabía hacer yo al fin y
al cabo? Cada vez que gané guita en mi vida, ¿fue a cambio de qué? Juntar palabras
en una hoja no me había dado mucha plata. Enseñar, un poco más, quizá. Mis clases
en la facultad, mis cursos de redacción, mis talleres. El truco en los talleres
era no intervenir demasiado, contagiar entusiasmo literario, dejar que la gente
se equivoque y se dé cuenta sola, alentar, guiar, dejar que el grupo se mueva
por su cuenta, que cada uno encuentre eso que está buscando y se conozca mejor.
Algo así. Por eso me pagaban en instituciones y universidades. Pero ahora era
distinto, ahora me estaban dando plata para que me sentara a escribir. Les
quedaba debiendo. Y la deuda era algo invisible que estaba oculto en mi
cerebro. Una sucesión de imágenes relatadas que debían salir de mi imaginación.
Aquello con lo que yo tenía que pagar no existía, no estaba en ningún lado.
Había que inventarlo. Mi moneda de cambio eran una serie de conexiones
neuronales que irían produciendo un sueño diurno, verbal. ¿Y si no funcionaba
esa máquina narrativa?
Publicado por Libros del Asteroide. Quinta edición, 2017. Premio Tigre Juan 2017. 144 páginas.