“Le decían Canción porque había
sido carnicero. No por músico. No por cantante (ni siquiera sabía cantar). Sino
porque al salir de la cárcel de Puerto Barrios, adonde lo habían enviado tras
robar una gasolinera, trabajó un tiempo en la carnicería Doña Susana, en un
sector periférico de la capital. Era un buen carnicero, decían. Muy amable con
las señoras de la zona que compraban ahí cortes de carne y embutido. Y su
apodo, entonces, no era más que una aliteración o un juego de palabras entre
carnicero y canción. O eso decían algunos de sus compañeros. Otros, sin
embargo, sostenían que el apodo se debía a su forma tan peculiar y melódica de
hablar. Y aún otros, acaso los más intrépidos, lo atribuían a su capricho de
siempre confesar demasiado, de cantar más de la cuenta. Sus compañeros íntimos,
sus camaradas, lo llamaban Ricardo. Pero su nombre era Percy, Percy Amílcar
Jacobs Fernández. Fue él, Percy, o Ricardo, o Canción, quien unos años después
de ser carnicero secuestró a mi abuelo.”
Publicado por Libros del Asteroide. 1ª edición: 2021. 122 páginas.