“Lucía un vestido blanco, de gasa, que
dejaba transparentar el material ultramarino de sus muslos. Andrés Bouza
calibró aquel cuerpo, el bajo vientre tan profundamente excitante y grasiento
como una torta de chicharrones recién horneada. La miró con el brillo viscoso
de sus ojos encendidos y ella se dejó atravesar por la lujuria marinera,
dispuesta a entregar su cuerpo a la obscenidad de un macho armado con un
cuchillo entre los dientes. No hay que darle más vueltas. Ella era una bella
cazadora de cabritos y él era un dulce canalla tostado por el sol y por la
pólvora que se lo hacía emulando a los antiguos piratas que poblaban sus
fantasías desde niño, cuando los sueños no se habían corrompido todavía, y
Andrés Bouza era capaz de imaginarse a sí mismo desplegando la bandera en
desafío; listo para ganar la mar, trepando jarcias y desvalijando galeones a
pecho descubierto con su tufo a sudor y a sal marina.
Pero el tiempo del abordaje había pasado, y ahora Andrés Bouza es un cincuentón de gesto rudo y descreído, uno de esos hombres que aunque hayan dejado atrás los viejos sueños, nunca consiguen despedirse de ellos del todo. Pertenecen a una especie en peligro de extinción y se comportan con el abandono del que lleva mucho tiempo escarbando la costa, en busca del tesoro enterrado. Saben que no lo van a descubrir, pero, por si acaso, siguen en ello, a la espera de que en algún momento resuciten de golpe los recuerdos de su niñez, para después volver a enterrarlos, sin voluntad aparente, bajo la arena de la nostalgia.”
Pero el tiempo del abordaje había pasado, y ahora Andrés Bouza es un cincuentón de gesto rudo y descreído, uno de esos hombres que aunque hayan dejado atrás los viejos sueños, nunca consiguen despedirse de ellos del todo. Pertenecen a una especie en peligro de extinción y se comportan con el abandono del que lleva mucho tiempo escarbando la costa, en busca del tesoro enterrado. Saben que no lo van a descubrir, pero, por si acaso, siguen en ello, a la espera de que en algún momento resuciten de golpe los recuerdos de su niñez, para después volver a enterrarlos, sin voluntad aparente, bajo la arena de la nostalgia.”
Autor: Montero Glez (Madrid,
1965)
Publicado por Temas de hoy
(Editorial Planeta)
Edición: Primera, abril de 2022
Fotografía de la cubierta:
Alberto García-Alix
Páginas: 224