“En cualquier parte de
Extramuros, las generaciones posteriores estaban mucho más embrutecidas que las
anteriores, sobre todo si estas eran previas al holocausto. Un tipo como yo, un
muerto de hambre viejo, cansado y harapiento, pero sin embargo con una carrera
universitaria, no se parecía en nada a una persona joven que comúnmente apenas
leía y escribía con una solvencia primitiva y tosca. A las nuevas generaciones
les había tocado vivir de otra manera. No sabían lo que era un libro, lo que
era la música (me refiero a la música de verdad), y no digamos un pensamiento
filosófico. Aparte de que, cómo ya he dicho, la media de vida se había reducido
a los cincuenta. Yo era una antigualla de las buenas. Y sí, aunque tenía
dolores y achaques múltiples, en lo de la lotería genética me había tocado el
gordo de Navidad, de lo que tampoco estaba especialmente contento. A veces
pensaba en la muerte como un premio a la miserable vida que nos tocaba vivir.”