“Mick puso rumbo al este al salir de la
casa de su hermana. El sol se había tendido sobre la ladera como si estuviese
reposando, tiñendo de llamas las copas de los árboles situados al oeste. Siguió
por la carretera asfaltada, adentrándose en las colinas, antes de ascender por
un camino de tierra de pronunciada pendiente, más una torrentera que un camino
propiamente dicho. Tras una curva cerrada accedió a un cerro que culminaba en
una casa protegida por la espesura del bosque. Allí todavía brillaba sol y, por
un momento, se compadeció de la gente que vivía en los valles donde ya habría
anochecido.
Aguardó en la camioneta y se aseguró de que no hubiera perros. La gente que no estaba acostumbrada a recibir visitas en vehículos desconocidos era capaz de recibir a los extraños con un arma. Se acercó un poco más y revolucionó el motor por si el anciano se estaba quedando sordo. En el colegio, el conserje no solía hablar mucho, pero siempre estaba atento; en invierno avivaba la inmensa caldera con carbón, limpiaba un aula por día y reparaba cualquier incidencia de fontanería. Era amable y de voz calmosa, y Mick supuso que seguiría igual. Había observado que, mientras las mujeres tendían a endurecerse, los hombres se ablandaban al envejecer.”
Aguardó en la camioneta y se aseguró de que no hubiera perros. La gente que no estaba acostumbrada a recibir visitas en vehículos desconocidos era capaz de recibir a los extraños con un arma. Se acercó un poco más y revolucionó el motor por si el anciano se estaba quedando sordo. En el colegio, el conserje no solía hablar mucho, pero siempre estaba atento; en invierno avivaba la inmensa caldera con carbón, limpiaba un aula por día y reparaba cualquier incidencia de fontanería. Era amable y de voz calmosa, y Mick supuso que seguiría igual. Había observado que, mientras las mujeres tendían a endurecerse, los hombres se ablandaban al envejecer.”
Publicado por Sajalín editores
(2021)
Título Original: The Killing
Hills (2021)
Traducción de Javier Lucini