“Hubo otro tipo de gente de Corinth que
acudió a investigar, gente como Dios manda, a la que le gustaba tomar un trago
de cuando en cuando. Y, si no miraba nadie, le daban un beso a la mujer del
vecino, le pellizcaban el trasero y dejaban caer la mano hasta ponérsela en el
muslo; siempre por accidente, claro. Esos se quedaban siempre en el coche
porque allí podían emborracharse más discretamente. Si corría la voz de que
habían ido a beber y a soltarse el pelo, perderían credibilidad en la iglesia y
entre la gente como Dios manda de verdad. Hay una diferencia entre la gente
como Dios manda y la gente como Dios manda de verdad. Los segundos son los que
más esfuerzos hacen para que nadie se entere de nada cundo se emborrachan. De
esos en Corinth apenas había un puñado.”