PARTIDA
“Bocas abiertas al sol, duermen. Niño y niña: frentes
perladas de sudor, cachetes colorados, hilos de baba seca. Ocupan toda la parte
trasera del coche –extendidos, despatarrados, rotundos, plenos-. Desde el
asiento del copiloto me volteo para mirarlos cada tanto, y luego sigo
estudiando el mapa. Avanzamos rumbo a la periferia de la ciudad con la lava
lenta del tráfico, que se mueve por el puente George Washington para
disolverse, más adelante, en la autopista. Un avión sobrevuela y deja una
cicatriz blanca en el paladar azul del mediodía. Mi marido, al volante, se
ajusta el sombrero y se seca la frente con el dorso de la mano.”