“Hoy vas a nacer. No deberías, pero lo vas a hacer. No
deberías porque el infierno está ahí afuera. Hay manifestaciones día sí y día
también. La gente habla de elecciones. De atentados. De amnistías. Y estás tan
bien en tu cueva. Tan calentito. Tan ingrávido. No tienes que respirar, ni que
comer, ni que llorar. ¿Para qué, si no te oyen? Patalear, eso sí. Dar
manotazos. Como un púgil o un karateka. Demostrar que estás preparado para
enfrentarte a la vida. A un medio hostil. La vida te da mucho, dice la gente.
Pero lo primero que te da son dos cachetes en el trasero. Como esos que suenan
en la habitación de al lado, seguidos de un llanto desgarrador. Las paredes
abdominales amortiguan los sonidos, pero no pueden impedir que te sobresaltes
al escuchar el rugido de una moto, el gimoteo de un claxon, el tañido de una
campana. Tu ritmo cardíaco se acelera. Te atragantas con el líquido amniótico.
Tienes un ataque de hipo. La frecuencia de las contracciones indica que se
acerca el momento de asomar la cabeza al mundo. Un mundo en el que hoy van a
ocurrir muchas cosas. Cosas buenas y cosas malas. En el Congo van a matar al
presidente Marien Ngouabi. En Italia habrá huelga general. En España el Boletín
Oficial del Estado va a anunciar un nuevo indulto. Pero la historia que marcará
tu vida va a suceder mucho más cerca, a unos pocos kilómetros de distancia.
Sucederá en Barcelona y habrá una niña y un perro, un hombre y una mujer, un
viejo y un cuadro. Oyes las campanas de una iglesia cercana. Sientes una nueva
contracción. Hoy vas a nacer. No deberías, pero lo vas a hacer.”