«La artista descolgó el cuadro y
lo bajó al piso. Creí que iba a apoyarlo contra la pared; con extrema
delicadeza lo puso boca abajo como si quisiera evitarle la visión de lo que iba
a ocurrir. Se acercó a la pared donde estuvo colgada la pintura los días que
duró la exposición y se la quedó observando. Había algo tan desolador en su
espera. La artista desplazó sus dedos por la pared y palpó lenta,
cuidadosamente la superficie… Imaginé que buscaba una sombra, un rastro de
polvo, un rasguño, algo que indicara que la pintura estuvo a la vista de un
público que no se presentó, y solo se encontró con la pared blanca, vacía,
hostil.
Por Dios, no tiene una amiga, un familiar, alguien que la acompañe, me pregunté.
Los dedos de la artista subieron hasta el tornillo del que estuvo colgada la pintura y lo envolvieron. La vi tirar con fuerza de él, como si quisiera comprobar su firmeza. Satisfecha, se alejó a buscar una escalerita de tres peldaños que había en la sala y la puso bajo el tornillo. Subió al peldaño de más arriba, se dio vuelta para mirar al público que no vino y, por medio de un gancho que debió de coser a su chaqueta, se colgó del tornillo. Soy un sentimental. Mis lágrimas quedaron colgando junto a ella. El encargado me instó con un gesto a entrar a la exposición; supongo que lo hacía a escondidas para no ilusionar a la artista por si yo seguía de largo, que es lo que hice».
Por Dios, no tiene una amiga, un familiar, alguien que la acompañe, me pregunté.
Los dedos de la artista subieron hasta el tornillo del que estuvo colgada la pintura y lo envolvieron. La vi tirar con fuerza de él, como si quisiera comprobar su firmeza. Satisfecha, se alejó a buscar una escalerita de tres peldaños que había en la sala y la puso bajo el tornillo. Subió al peldaño de más arriba, se dio vuelta para mirar al público que no vino y, por medio de un gancho que debió de coser a su chaqueta, se colgó del tornillo. Soy un sentimental. Mis lágrimas quedaron colgando junto a ella. El encargado me instó con un gesto a entrar a la exposición; supongo que lo hacía a escondidas para no ilusionar a la artista por si yo seguía de largo, que es lo que hice».
Publicado por Editorial Anagrama. Primera edición: noviembre de 2024. Premio: 42.º Premio Herralde de Novela (ex aequo con Los hechos de Key Biscayne, de Xita Rubert). 168 páginas.