«PARA LLEGAR A LA ISLA hace falta
atravesar tierra, mar y cielo, aunque en otro orden. En la primera llegada dejé
los crucigramas a un lado cuando el avión comenzó a dibujar círculos sobre sí
mismo y el bolígrafo se destintó. Los días ya perdían varios minutos de luz en
aquella época, por eso la mitad del viaje por aire fue a oscuras, algo que me
permitió no pensar muy vivamente que debajo de nosotros no había nada más que
agua. Volar es siempre un acto de fe, ya sea en la técnica o en el buen día de
quien nos conduce. Durante una parte del giro en el aterrizaje veía tierra,
pequeños cúmulos de luces, algunas de colores. Eran pueblos de la isla grande,
organizados en torno a iglesias, y en una de ellas, la más colorida, con
decenas de bombillas verdes, amarillas, rojas y azules, celebraban una de las
últimas fiestas de la temporada. Vi fuegos artificiales que a esa altura
parecían de juguete y descubrí la dualidad fundamental. Nada de bien y mal,
nada de realismo e idealismo, razón y fe, cielo e infierno. Ahora sé que todo
es una cuestión de cuerpo en el contexto: macro y micro. Descendíamos, íbamos
directos a la vida en detalle».
Publicado por Ediciones Siruela (Colección Nuevos Tiempos). 7ª edición: septiembre de 2023. 234 páginas.