sábado, 9 de octubre de 2021

Piel de plata – Javier Calvo

 


     “Aquella mañana de diciembre la playa de Sant Sebastià estaba igual que uno la puede encontrar en cualquier mañana gris de invierno. Una tierra de nadie de arena ictérica, salpicada de preservativos y latas vacías de cerveza. Gente con rastas durmiendo sus borracheras mientras otra gente con rastas hurgaba entre sus fardos en busca de algo que robar. El Mediterráneo desafiaba la mayoría de las ideas establecidas sobre el aspecto que debería tener un mar. Sin vigor para empujar sus olitas exiguas, yacía impúdico como un yonqui en un portal, indiferente a la porquería que cubría su epidermis. La Torre Vela al sur y las Torres Mapfre al norte, reforzaban la impresión de estar en los confines de una urbe distópica del Tercer Mundo de finales del Antropoceno. De hecho, me pregunto hasta qué punto mi memoria ha elegido este escenario por su atmósfera apocalíptica.
     Recuerdo que Bronwyn caminaba por la arena con determinación. Llevaba unos leotardos llenos de agujeros, una minifalda roñosa y una chaqueta con estampado de leopardo. Al menos creo que eran manchas de leopardo, aunque algunas parecían más bien quemaduras de cigarrillos. La brisa le removía el pelo grasiento.”