jueves, 14 de octubre de 2021

Humo – José Ovejero

 


“Los zánganos y las reinas copulan durante el vuelo ─siempre me fascinó esa imagen─, y si ahora hay cientos de miles de obreras disponibles no es de extrañar ese revoloteo incesante. Me fijo en las que están en el suelo, pero no soy capaz de distinguir si sólo son zánganos. Lo que no le expliqué al niño es que son las obreras las que mueren después de picar, con el abdomen reventado, porque los zánganos no tienen aguijón. Sin embargo, también ellos tienen un destino dramático: al copular se les desprende el aparato genital y mueren. Una reina copula con varios zánganos, pero únicamente con los que son capaces de alcanzarla en su vuelo vertical, una reina tiránica y poderosa que sólo se entrega a los más fuertes y tenaces; y todos ellos mueren después: ese es el precio que pagan por la pervivencia de sus genes. Así que son los más débiles los que sobreviven y regresan a la colmena. Como han pasado mucho tiempo en el exterior, posados al acecho de la llegada de la reina, cuando vuelven a la colmena no es raro que lleven consigo bacterias que acaban destruyéndola. Los fuertes mueren, los débiles exterminan. Y luego dicen que la naturaleza es inteligente.
     Es ciega. Es brutal. Es incomprensible. Tiene tan poco sentido como la vida humana. Pero todo esto no se lo conté al niño; ya lo irá descubriendo él solo cuando crezca.”