“La cirrosis ha hecho que mi bazo sea gigantesco. Un pulpo
enorme sobre mis tripas. Un bicho silencioso, sordo y torpe pero también
inmenso, colosal. Por eso mis plaquetas descienden en gran número en los análisis,
diezmadas, desaparecidas en cuanto mi hígado desvía parte del torrente sanguíneo
hacia mi bazo, aquella estepa sin horizonte conocido. Van hacia allí mis
plaquetas y son secuestradas y nadie más las vuelve a ver con vida. Mi bazo es
un cártel mexicano, un agujero negro, el silencio lunar. Esplenomegalia. Así se llama el tener excesivamente grande el bazo.
También mi polla y mis huevos son grandes pero a eso se le llama bendición.”