“No tendría que
dar muchas vueltas para buscar las razones que defendieron mi decisión de
emigrar a Barcelona. Una vez que pensé en la posibilidad de trasladarme allí
como maestro y ver que tenía puntos suficientes, solicité una plaza y me la
concedieron. Me había resultado indiferente el colegio al que me mandaran en
una ciudad cuyos barrios no conocía en absoluto, sabiendo que los mejores
lugares ya debían de estar ocupados y sobre todo esperando dejar el trabajo al curso
siguiente. Mi idea era usar el trabajo de maestro como trampolín durante un
curso mientras conocía el ambiente y descubría la posibilidad de buscarme la
vida de otra forma que no fuera la de dar clases en una escuela.
Había elegido
Barcelona por su aparente cosmopolitismo, porque durante las visitas que había
hecho (casi siempre camino de París o Ibiza), la había visto como una gran
ciudad llena de gente “rara” –aquella Plaza Real repleta de hippies melenudos fumando porros me
había recordado a Ámsterdam- y el movimiento de gente por las Ramblas y los
bares que menudeaban por los barrios del puerto la equiparaban a aquel París
que había conocido lleno de homosexuales expresándose libremente por calles y jardines.
Además, allí estaban la mayoría de editoriales de libros y revistas, por lo que
publicar mis historietas no sería tarea difícil, o por lo menos sería más fácil
que en Sevilla o Madrid. Culturalmente Barcelona se acercaba bastante a Europa
y, de hecho, parecía ser la ciudad más europea de España.”
Parte 1.- EL ADIÓS A SEVILLA (Una carpeta con dibujos y un
tren para Barcelona)