“El fuego aullaba en la lumbre y la lluvia azotaba las
ventanas. Entonces sucedió lo último. Saqué del cajón el pesado manuscrito de
mi novela, los borradores, y empecé a quemarlos. Fue un trabajo pesadísimo,
porque el papel escrito se resiste a arder. Deshacía los cuadernos, rompiéndome
las uñas, metía las hojas entre la leña y los movía con un atizador. De vez en
cuando me vencía la ceniza, ahogaba el fuego, pero yo luchaba con ella y con la
novela, que, aunque se resistía desesperadamente, iba pereciendo poco a poco. Bailaban ante mis ojos palabras conocidas, el amarillo iba subiendo por las
páginas inexorablemente, pero las palabras se dibujaban a pesar de todo. No se
borraban hasta que el papel estaba negro, entonces las destruía definitivamente
a golpes feroces de atizador.”
El maestro y Margarita
Mijaíl Bulgákov
Krustapunte: MASTERPIECE del búlgaro… ¡Ah, no, que era ruso!
Imagen: Mijaíl Afanásievich Bulgákov (1891-1940)