“En
la profunda noche oscura del alma las licorerías y los bares están cerrados. La
mujer palpó debajo del colchón; la botella de medio litro de vodka estaba
vacía. Salió de la cama, se puso de pie. Temblaba tanto que tuvo que sentarse
en el suelo. Respiraba agitadamente. Si no conseguía pronto algo para beber, le
darían convulsiones o delirium trémens.
El
truco está en aquietar la respiración y el pulso. Mantener la calma en la
medida de lo posible hasta que consigas una botella. Azúcar. Té con azúcar, es
lo que te dan en los centros de desintoxicación. Temblaba tanto, sin embargo,
que no podía tenerse en pie. Se estiró en el suelo e hizo varias inhalaciones
profundas tratando de relajarse. No pienses, por Dios, no pienses en qué estado
estás o te morirás, de vergüenza, de un ataque. Consiguió calmar la
respiración. Empezó a leer títulos de los libros de la estantería. Concéntrate,
léelos en voz alta. Edward Abbey, Chinua Achebe, Sherwood Anderson, Jane
Austen, Paul Auster, no te saltes ninguno, ve más despacio. Cuando acabó de
leer todos los títulos de la pared se encontraba mejor. Se levantó con
esfuerzo. Sujetándose a la pared, temblando tanto que a duras penas podía mover
los pies, consiguió llegar a la cocina. No quedaba vainilla. Extracto de limón.
Le quemó la garganta y le dio una arcada; apretó los labios para volver a
tragárselo. Preparó té, con mucha miel; lo tomó a pequeños sorbos en la
oscuridad. A las seis, en dos horas, la licorería Uptown de Oakland le vendería
un poco de vodka. En Berkeley tendría que esperar hasta las siete. Ay, Dios,
¿tenía dinero? Volvió sigilosamente a su habitación y miró en el bolso que
había encima del escritorio. Su hijo Nick debía de haberse llevado su cartera y
las llaves del coche. No podía entrar a buscarlas al cuarto de sus hijos sin
despertarlos.”
Krustnota
Imagen:
“La Buveuse” de Henri de Toulouse-Lautrec.
La
modelo fue Suzanne Valadon, una acróbata (que también posó para otros grandes
pintores como Degas y Renoir), parece ser que musa y autor fueron amantes
durante un tiempo y mantuvieron una relación tempestuosa… entre otras cosas
porque Suzanne también fue el gran amor de Eric Satie, el genial compositor
francés, de hecho la única pareja que se le conoció.
*En
principio, el texto fragmentado de este relato no tiene nada que ver con la
pintura que lo ilustra… ¡o puede que sí, oiga!; digamos que es un breve ejemplo
personal de hacia dónde me/nos puede llevar la lectura de la Srta. Berlin… y más
allá, quizá.-