«El bar bodega Rosales es una de
las tabernas más antiguas del barrio. Tiene un suelo maltrecho y desnivelado de
baldosas negras y blancas y un viejo mostrador de obra revestido de cerámica,
cuyos ángulos y borde superior imitan rugosos troncos de pino hechos con
argamasa y pintados de color marrón, con nudos y vetas muy convincentes. El
mostrador lo remodeló con sus manos el mismo tabernero, el señor Agustín, que
había sido albañil con ideas y gusto para la decoración, y en su día la obra
mereció encendidos elogios de la parroquia por su gran parecido con troncos de
verdad, pero la señora Paquita detesta esos troncos porque la corteza leñosa,
tan admirada, acumula polvo y mugre y está más que harta de frotarlos con lejía
y un cepillo. A un lado del mostrador hay cinco grandes toneles de vino, tres
abajo y dos encima, y algunas barricas de licores igualmente para la venta a
granel, y al otro lado, tres mesas de mármol rectangular con patas de hierro
colado y arrimadas a la pared con azulejos a media altura, donde una ventana,
provista de una vieja persiana descolorida, se abre a la calle Torrente de las
Flores. Al fondo, el local se estrecha y se oscurece en torno a un futbolín
bajo una lámpara de pantalla verde, ahora apagada, que hace dos años alumbraba
una mesa de billar. El negocio se sustenta más en la venta a granel que en el
servicio y consumo en mesas, y los parroquianos habituales que vienen a pasar
el rato son contados, sobre todo los días de entre semana. Desde la calle,
echando una ojeada al pasar, suele verse en la penumbra el encorvamiento
predador de una silueta frente a la barra, la sombra inestable de algún bebedor
solitario y paciente con su vaso de vino en la mano, pero, salvo los cuatro o
cinco vecinos adictos al dominó y al subastado los sábados y domingos por la
tarde, los mismos que en las noches de verano cogen sus taburetes y una cerveza
fría y se sientan en la acera, o los jóvenes pandilleros que se juntan
ruidosamente en torno al futbolín antes de a acudir al baile de La Lealtad o al
Verdi, la taberna es un oloroso nido de sombra y de silencio».
Publicado por Random House Mondadori – Lumen / Futura. Primera edición: febrero de 2011. 438 páginas.