“¿Así era como pensaba
conquistarla? Ni aunque la pinche vieja le abriera la puerta en pelotas, como
él fantaseaba, ni aunque ella misma le rogara que le metiera la ñonga, ni así
sabría el muy pendejo por dónde empezar, no sólo porque era obvio que en su puta
vida había tenido enfrente la raja viscosa de una mujer dispuesta, sino porque
carecía de los huevos necesarios para acercarse a las hembras y domarlas,
someterlas, abrirlas de piernas; huevos para tomar cartas en el asunto y no
pasarse la vida entera nomás babeando y suspirando como lelo, como el chamaco
cagón y puñetero que era. Polo le seguía la corriente, por eso asentía a todo
lo que el marrano decía, por absurdo o descabellado que fuera; él qué chingados
iba a saber de lo que el chamaco loco sería capaz de hacer con tal de
enchufarse a la vieja. ¿Quién podía pensar que hablaba en serio?”