“Ya que su rabia
se había disipado se encontraba excitado placenteramente con la tormenta, como
le sucedía siempre con las tormentas. En una nevada, un temporal, un aguacero
tropical o una tormenta de verano con muchos truenos en las montañas hallaba
siempre una excitación que no se parecía a nada. Era como la excitación de la
batalla, pero más limpia. En las batallas sopla un viento que es un viento
caliente que reseca la boca, un viento que sopla de manera angustiosa, un
viento caliente y sucio, un viento que se levanta o amaina según la suerte del
día. Conocía muy bien esa clase de viento.
Pero una tormenta
de nieve era justamente todo lo contrario. En las tormentas de nieve es posible
acercarse a los animales salvajes sin que os teman. Los animales vagan por el
campo sin saber dónde están y a veces le había ocurrido encontrarse un ciervo
en el mismo umbral de su casa. En una tempestad de nieve se puede llegar
galopando hasta un gamo, y el gamo toma a vuestro caballo por otro gamo y se
pone a trotar a su encuentro. En una tempestad de nieve puede el viento soplar
en ráfagas, pero sopla una pureza blanca y el aire está lleno de corrientes de
blancura, todo queda transfigurado, y cuando el viento cesa, entonces es la
paz.”