Un
libro que bien podría convertirse en un clásico de culto de las novelas de
política ficción del siglo XXI, y es que esta historia que Houellebecq nos
brinda aquí parece predestinada a pasar a la posteridad del ‘subgénero’ en
cuestión y ocupar un lugar predominante –que también es dominar pero con
innegable clase y estilo rimbombante- junto a aquellas otras excelsas –y cuasi
perfectas- obras premonitorias paridas por Huxley en 1932 y Orwell en 1949, que
no 84… o sea, ya en aquel siglo que me vio nacer, a mí, y bien adentrado en
este, que será el que me verá morir… o no, que igual somos inmortales y todavía
no lo sabemos, ¿eh?
François
es el prota en 1ª persona como ‘dominar’ es un verbo de la 1ª conjugación y ‘someter’
lo es de la 2ª –grandiosos secundarios por cierto, sí señor ten piedad-; está
en la cuarentena de la vida pero ya subiendo a contracorriente hacia esa 5º
planta que es la que te permite mirar la existencia –la tuya misma, ya verás ya-
desde la perspectiva más alta de una vida cualquiera; y la acción se desarrolla
en la France –gran canto de amor de l’enfant terrible hacia su país, lo miren
como lo miren y posiblemente lo harán ustedes con lupa…- en el muy próximo año
de 2022 en el que un tipo llamado Mohammed Ben Abbes (que podría ser el extremo
derecho del Olympique de Marsella pero resulta que es un político islamista que
alcanza el poder del Elíseo) se predispone a levantarle la falda a la vieja
Europa (Francia-Bélgica-Turquía son los primeros… y el resto de países que
vayan cayendo bajo su dominio, casi de imperio romano, donde otras tierras como
Marruecos-Argelia-Túnez o Egipto ya forman parte de ella, de la Nueva Europa,
sí)… y metérsela hasta el fondo. Se acabaron las minifaldas y los pantaloncitos
cortos para las mujeres, burka y pantalones largos a tutiplén, se trata de
mutilar la imaginación occidental proponiéndote a cambio el mundo perfectamente
feliz de Huxley (con trampa pero sin cartón de tabaco) y como compensación promover
esa bigamia coránica-tiránica que te
permite casarte con una nena de 15 años para practicar tus deseos más
depravados y a la vez con otra de 40, excelsa cocinera y fregona preparada en
los fogones del Reino de Alá. ¿Alá? ¡A la mierda, oigan, prefiero las mujeres
liberales! Pensarán ustedes con toda la razón… aunque les aseguro que les
pueden convencer con sus cantos de sirena, a cambio de su-misión extrema a su
creador, al de ellos, claro . En fin, quédense con este par de apuntes
argumentales porque no pienso contarles nada más, para ello les remito a los
capítulos finales, esas deslumbrantes conversaciones intelectuales entre
François y Rediger, que les serán de mucha utilidad para comprender el verdadero
significado de esta historia a nivel político-religioso que es de lo que trata la
treta.
Entre
todas las artes, sólo la literatura nos permite entrar a fondo en la mente de
un muerto (“sus debilidades y grandezas, las limitaciones, las pequeñeces, las
ideas fijas, las creencias, todo lo que le emociona, le interesa, le excita o
le repugna…”, como reflexiona François al inicio de la novela), aquí tenemos
que mencionar y/o presentar a J.K. Huysmans (1848-1907), él es el gran amigo,
ausente pero sombra presente, de nuestro protagonista, y además existió,
rastreen su pista quienes no lo conozcan… como es mi caso y como prometo hacer
en breve, llámenlo curiosidad. Sólo Houellebecq podría ser capaz de escribir
una novela de estas características en los tiempos que corren, lo hace con
maestría, con una sutil ironía teñida de humor negro marca de la casa, con unas
ganas de tocarle las pelotas a sus detractores que sin duda los dejará en paños
menores, y sobre todo con una sinceridad abrumadora no exenta de altas dosis de
inteligencia… natural. Sobre la acusación de islamófobo que le han colgado al
autor, estoy en completo desacuerdo, esta no es más que otra de sus ‘gamberradas’
de altos vuelos literarios cuyo combustible es esa Libertad de Expresión a la
que no deberíamos renunciar jamás como seres humanos, no se trata de dominar al
vecino, ni de hacerlo someterse a tu dictado, se trata de Respeto Existencial,
¡oigan! Puede que esta sea su última gran obra, amigo Michel, no me extrañaría,
pero créame que el Olimpo lo tiene
asegurado.-