La
obsesión de Murakami por los espacios subterráneos (“El fin del mundo y un
despiadado país de las maravillas” y “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”,
mismamente…) fue una de las causas que le llevaron a embarcarse en la escritura
de esta novela de No Ficción –ojalá sólo hubiera sido otra de sus paranoias
imaginarias- donde con un excelente trabajo de investigación periodística se
nos cuenta absolutamente todo lo posible –lo imposible queda refugiado en ese
derecho fundamental de todo ser humano que es o debería ser la libertad de
expresión- sobre lo ocurrido el 20 de marzo de 1995 en las entrañas de la
ciudad de Tokio cuando una secta de iluminados llamada Aum Shinrikyo atentó con
gas sarín en varias de las líneas de metro de la polis – Línea Chiyoda, Línea
Marunouchi (destino Ogikubo y destino Ikebukuro), Línea Hibiya (Procedente de
Naka-meguro y procedente de Kita-Senju destino a Naka-meguro)-, causando 13 muertos
y varios miles de damnificados… algunos de ellos, 'fallecidos en vida'.
Inmenso
trabajo de reconstrucción de los hechos, es un libro largo y a menudo duro de
transitar como pueden imaginar, donde Murakami entrevistó hasta a 64 de las
víctimas supervivientes para las que hace una presentación personal de cada una de ellas
utilizando una especie de ‘pincelada literario-televisiva’ donde describe a
cada persona real con la impresión que le ha causado, después les dejar
explicarse, y para acabar les pregunta aquello que pudo quedar en el tintero
durante la entrevista; es decir conocemos sus nombres (algunos, pocos, bajo
pseudónimo), sus edades, sus orígenes y sus ideales o aficiones, sus
ocupaciones laborales, sus sueños personales, el por qué tomaban el convoy a
esa hora de la mañana en concreto, el hacia dónde se dirigían, el cómo unos
tuvieron la suerte de tomar un vagón menos peligroso u otros tuvieron la mala estrella
de recibir de lleno los efluvios venenosos por viajar a favor de la dirección
del viento subterráneo que todo lo expande, el cómo les afectó el porvenir a
los supervivientes y el por qué a muchos de los seres queridos de las víctimas
los enterraron en vida. A través de todos esos testimonios conocemos en
profundidad a esa sociedad japonesa tan extraña, tan fascinante en muchos
aspectos, y tan asquerosamente críptica en algunos otros (véase las sombras de
las instituciones, policiales o políticas, para esconder la olor que desprende
el sarín bajo la alfombra)... todo ello desde la 1ª parte de la novela.
Ah!
¿Qué hay una segunda parte?, ya acabo ya. Claro está, en caso contrario hubiera
quedado cojo en mi opinión. Una vez atravesado el grueso del trayecto, cada
estación es todo un mundo como también pueden imaginar, llegamos a esa parte
final -100 últimas páginas- donde el autor va un poco más allá y consigue
entrevistarse con adeptos de Aum, sus testimonios (imprescindibles algunos de
ellos) sirven para intentar, ¿lograr?, entender por todos los medios el sinsentido
de sus actos. Murakami abre cada una de las dos partes con una profunda
reflexión y la cierra con un imperturbable tortazo de realidad, o sea que la
novela incluye un doble prólogo-epílogo que no va a dejar a nadie indiferente. En fin: Grande, Haruki!
Imágenes:
Plano del Metro de Tokio. Shoko Asahara (1955), líder espiritual de la secta
Aum Shinrikyo.
Memorándum
Personal: Leído entre los días 17 de noviembre y 1 de diciembre de 2015
coincidiendo con el shock post-traumático por los atentados de París
perpetrados por Estado Islámico el 13 de noviembre de 2015. Gran parte de esta
novela la he leído en la media de 3 trayectos diarios que hago utilizando las
líneas 1 y 5 del Metro de Barcelona.-