Érase una vez cuatro mujeres tokiotas (nombremos a las mozas,
entre la treintena y la cuarentena vital todas ellas: Masako, Yoshie, Yayoi y
Kuniko) cada una con sus problemas existenciales, tantos que llegan a rebosar hasta
las fiambreras que les servirán de cena prefabricada en la pausa de descanso
del trabajo de mierda que realizan… y que apenas les sirve para subsistir. Localicemos
mejor el escenario donde transcurren los hechos: extrarradio de la ciudad,
chonis a la japonesa, detritus suburbial poseído por el afán consumista que se
tuesta la piel al amparo de una fábrica de comidas preparadas, en horario
nocturno, allá a las puertas del sol naciente. ¿Se van haciendo una idea
aproximada?; ¡qué va, me da a mí que ni se lo imaginan!: cámbiense de ropa, fichen,
pasen e inicien un turno de curro con ellas… y ya verán lo a gusto que pillan
el sobre a la mañana siguiente.
Podría contarles que hay un fiambre de entrada, el marido de
una de ellas, que sirve como (conta)punto de arranque de la historia y no les estoy
destripando nada de la trama argumental, de hecho ya se lo van a encontrar de
inicio tanto en su sinopsis como en el primer capítulo de la novela titulado,
con acierto, ‘Turno de noche’. El caso es que ya es aquí mismo (el resto lo
dejo a su imaginación, claro) donde a mí me ha surgido la primera pregunta
importante para valorar globalmente esta lectura: ¿Cómo es posible que la srta.
Kirino, la reina japonesa del crimen la han bautizado los americanos, sea capaz
de llevarme a través de las 550 páginas que ‘dura’ su novela sin apenas flojear
en su empeño de fascinarme con la historia que me está contando? Pues a través
de una escritura ágil (mucho diálogo entre seres humanos sumamente
introspectivos –toma contradicción- y renunciando a la prosa descriptiva –toma
punto flaco- que todavía la hubiera llevado a cotas más altas, eso sí) exenta
de giros estilísticos enrevesados pero, a su vez, capaz de engatusarme con ese
caramelo podrido que te ofrece la autora: ¡ah, vale! Que esto es un thriller de
entretenimiento, una novela negra o roja gore si me apuran, uno de esos
productos de consumo que los amantes de la ‘fikiliteratura seria’ nos
permitimos degustar de tanto en tanto… entonces se supone que tendría que
valorarla de otra manera, pero no sería justo conmigo mismo y es que todo se
ajusta al justito pero tirando a bien, así que digamos que la novela me ha
gustado más de lo que esperaba (claro que es verdad que me va mucho lo japo y
lo noir, por eso mismamente llegue hasta aquí) aunque también es cierto que no
me hubiera temblado el bisturí a la hora de rajarle el vientre a esta obra y
sacar a la luz toda la escoria que esconde en su interior, que algo de eso hay.
¡Hágalo usted si se atreve! Personalmente, me ha entretenido que es lo que se
le pide y/o se le supone a una lectura de estas características…
¿Y de salida, OUT? Una gozada el retrato de la metrópolis
tokiota (la particular idiosincrasia de algunos de sus barrios: Shibuya &
Shinjuku en especial) y de la peña que la habita (sobretodo esa juventud
tatuada en neón que ilumina artificialmente esa manera tan compleja de ser, también
de existir, que tienen los japoneses), algunos personajes prescindibles
(masculinos todos ellos), algún que otro fallo argumental (la ineptitud
policial, incomprensible su desaparición de escena desde el primer tercio),
algún que otro subtema digno de mayor desarrollo (el funcionamiento interno de
la yakuza); aunque todo consigue sostenerse hasta ese asombroso final (investigando
al respecto me entero que la novela causó una inmensa conmoción en Japón
supongo que se refieren básicamente a él, al this is the end, my only friend…)
que les puede dejar knock-out (¡Joder, yo tenía otro en mente conforme se
aproximaba el cierre de contraportada! Qué le vamos a hacer). Total, avisados
quedan. Recomendada a los amantes de rarezas literarias made in Japan.-
Valoración Personal: 61 sobre 100