viernes, 7 de agosto de 2009

Sangría y arena

La famosa movida madrileña nos trajo grupos inclasificables como este, bastante limitados en lo musical pero con un punto jodidamente irreverente que los hacía caer simpáticos a los jóvenes de entonces, a algunos claro, en un momento en que España intentaba ser un país aperturista en cuanto a censuras artísticas se refiere, no era extraño escucharlos por todas partes e incluso, si no recuerdo mal, vendieron un carro de discos repitiéndose hasta la saciedad con un registro tan corto de maquetillas que cabía en una cinta de cassette de 60 minutos, marca… hum, TDK (sa publicidad gratuíta), que eran las que yo gastaba entonces para grabar canciones british (de estos Toreros decían que eran los Madness españoles, Oish!) en programas de radio piratas, huyendo de todas las maneras posibles de radio fórmulas donde la voz del locutor de turno no me cortara el inicio o el final de las songs con el consabido; “y ahora para todos ustedes una canción de…”, vete a tomar por culo, cabrón, y cierra el pico… uff, me daba una rabia eso de no poder grabar la pieza entera!
Entre esta canción y la archiconocida “Agüita amarilla” ocupaban la mitad de sus miniconciertos, que completaban con otras 3 o 4 canciones banales, aunque marchosillas, y alguna que otra arrabalera versión de algún clásico de medio pelo.
Pablo Carbonell, que aquí se equivoca al inicio de la segunda estrofa de una canción no especialmente densa en cuanto a letra y que viste una camiseta de la Velvet Underground para dar un toquecillo punkpoprock experimental al tema, siempre me ha caído bien, y es que a falta de talento en lo que intentaba siempre le ponía unas ganas tremendas aderezadas con un desparpajo que lo hacían bastante auténtico, supongo que será un buen tío que intentaba vivir del mundo de la farándula como otros muchos, a los acompañantes argentinos del trío les perdí la pista...
El mensajillo subliminal que encierra la letra de esta canción hay que cogerlo con pinzas, por debajo de esa capa barnizada de sentido del humor se esconde uno de esos másteres en golferío que la calle enseña a los alumnos aventajados que se gradúan en la Universidad de la Vida.
No los puedo poner a tocar en el Night Club de la Street, a pesar de los ruegos de su representante, pero eso no significa que no respete su atrevido frikismo, oh! Esos recuerdos camino de la playa toda la peña tomando aguïta amarilla y vociferando esto, apretujaos en un Citroën 2 caballos… que siempre será mejor que un Simca 1000.-