martes, 16 de junio de 2009

Ana o el ardor


Todo principio conduce a un final, en medio un trayecto. Toda historia de amor tiene un punto de partida o llamémoslo planteamiento, una senda a recorrer en compañía o nudo evolutivo y un punto de llegada o desenlace del misterio… y vuelta a empezar.
Un círculo es una superficie geométrica plana donde todos los puntos son equidistantes del centro, ese punto neurálgico que atraviesa el diámetro de nuestra vida cortando en dos semicírculos perfectamente iguales, hombre y mujer, persona y persona, derecho y respeto, tú me quieres y yo te amo, arco de la circunferencia y flechas de cupido, impulso y deseo, tensión y libertad… saetas que vuelan, perdices que dejan de hacerlo, sustento existencial.
Capicúa, palabra proveniente de la lengua catalana, de la expresión “cap i cúa” (cabeza y cola), origen y destino, palíndromos circulares encerrados en el nombre de pila de nuestra pareja de amantes, ANA y OTTO, cap i cúa del deseo voraz, en un guiño metódicamente diseñado por el director, cuyo propio apellido MEDEM gira siguiendo la misma estela del capricho de esta cábala casuística…23432 el gordo de Navidad, vacaciones pagadas en Minessota, el número es al azar pero, ¿y si toca?, sea un pito o una pelota…
Estamos ante la cuarta película de Julio Medem, una auténtica revolución en las salas de arte y ensayo de todo el país, donde el boca-oreja corrió como reguero de pólvora y consiguió mantenerla en cartel durante varios meses en la mayoría de las ciudades que apostaron por ella en competencia con los bodrios habituales made in USA, no parecieron darse por aludidos nuestros queridos miembros de la academia, quienes solo tuvieron a bien otorgarles un par de goyas secundarios, que por otro parte fueron indiscutibles, mejor montaje para Iván Aledo y mejor música original para el prolífico maestro Alberto Iglesias, enmendaron el entuerto toda la serie de galardones internacionales que logró fuera de nuestras fronteras.
Supurando virtuosismo por los cuatro costados, desde la fotografía en tonos azules celestes que dan la sensación de sentir como el frío polar traspasa la pantalla y nos atraviesa la médula recostada placidamente en la butaca hasta la ajustadísima actuación de todos los actores implicados en el proyecto (Ana y Otto en la infancia, en la adolescencia y en la primera juventud, 6 actores dando vida a 2 papeles omnipresentes durante toda la proyección), Medem consigue filmar una obra magnética, atemporal, impregnada de sentimiento y dolor, una historia de amor sin concesiones, de obsesión concéntrica, dos almas encerradas en su propio circulo particular buscando desesperadamente una salida, un punto de encuentro…
Suena la sirena del colegio, acaba un día de clase, ¿os acordáis de cuando erais niños?, Anna y Otto sienten la necesidad de correr, cada uno por su lado, no pueden parar, se miran pero no se tocan, se presienten y desfallecen, huyen del lobo de los adultos, del sistema opresor que les cercena los sueños: 2x2 son 4, 4 y 2 son 6, 6 y 2 son 8 y 8 son…, ¿habéis adivinado la respuesta, niñ@s malditos?. Mirad fijamente el número ocho, son dos círculos con un solo nexo de unión en su parte central, en su universo de amantes acongojados, congelados, aletargados, aVeronados…
Sí, son 16, los años que transcurren hasta que vuelven a encontrarse en las gélidas estepas noruegas, y los siguientes 100 minutos se encargaran de mostrarnos la travesía, creceremos con ellos, reiremos y lloraremos con ellos, y llegaremos hasta el final con ellos…y volveremos a empezar.-