jueves, 16 de enero de 2020

Siete miedos - Selvedin Avdić

“Agucé los oídos. Silencio. Completo. No podía oír el más mínimo ruido. Ni siquiera zumbaba la nevera. Las paredes estaban calladas, los seis lados de mi caja. Como si mi piso se encontrara en el espacio o bajo tierra, y no en un rascacielos con tabiques de cartón, cañerías de agua con mucho movimiento y un ascensor con un mecanismo chirriante… Como si no estuviera empotrado en un edificio de dieciocho plantas, con cuatro pisos atestados de gente en cada una de ellas. Si los apartamentos se repartieran en casitas por un prado, a orillas de un arroyo, cerca de un bosquecillo, en la falda de una colina, se formaría un pueblo de un tamaño respetable que merecería un punto en el mapa. Los habitantes de mi rascacielos podrían tener en esta aldea sus costumbres particulares, venerar a un santo raro o guardar el secreto de una habilidad tradicional: un bordado fascinante, la doma de caballos o la elaboración de vinos. Podrían tener un idioma específico, soltar chillidos estridentes mientras reían, las mujeres podrían cantar juntas una canción lasciva mientras restregaban la ropa en la tabla de lavar en el riachuelo y los hombres pasar las tardes distraídos con un juego arcaico y estúpido… En semejante pueblo, el silencio sería imposible, incluso a altas horas de la noche, los perros ladrarían, sus cadenas chacolotearían, los animales de los establos mugirían, rebuznarían o lo que fuere, las gallinas temblarían ante los depredadores o debajo de los gallos, los amantes saltarían las vallas, las hechiceras lanzarían sus hechizos, los niños susurrarían bajo las colchas… Un silencio completo como este significaría que el pueblo estaba totalmente abandonado, que no había nada vivo en él, que alguna desgracia lo había envuelto y asfixiado.”

Título original: Sedam strahova (2009)
Publicada por: Sajalín editores (2019)
Traducción: Luisa F. Garrido y Tihomir Pistelek