domingo, 5 de noviembre de 2017

Almas grises – Philippe Claudel

“Efectivamente, el verano se anunciaba tan caluroso bajo las pérgolas como en las molleras de muchos patriotas, desmontadas pieza a pieza y vueltas a montar como el mecanismo de un reloj. En todas partes se blandían puños y recuerdos dolorosos. Aquí, como en el resto del mundo, las heridas tardan en cerrarse –sobre todo las que aún gotean-, y se infectan a su antojo en las veladas de recuerdo y rencor. Por orgullo y por estupidez, todo un país estaba dispuesto a arrojarse al cuello de otro. Los padres azuzaban a los hijos. Los hijos azuzaban a los padres. Sólo las mujeres, madres, esposas o hijas, presenciaban aquello con el pálpito de la desgracia en el corazón y una lucidez que les hacía ver mucho más allá de aquellas tardes de gritos de júbilo, rondas para todos y canciones patrióticas que hacían zumbar los oídos y temblar la verde fronda de los castaños”.