lunes, 28 de septiembre de 2015

Billy Twillig, un chaval del Bronx

“Había temporadas en las que se sentía atraído por un estilo de vida subimbécil. Durante aquellas épocas, la mente se le embotaba y hacía que le costara percibir hasta el más simple de los incentivos. Se convencía de que le resultaría fácil pasarse la vida entera en aquella zona sin estado. Contentarse con ser orgánico. Contentarse con ejecutar únicamente tareas monótonas. Contentarse con renunciar al habla coherente. De esta forma, el espíritu que lo animaba no tardaría en marchitarse y ser reemplazado por el alma de una planta. Con el tiempo, abandonaría todo movimiento voluntario y también todas las atenciones naturales que le dispensaba a su cuerpo. Se contentaría con olerse a sí mismo y soñar con moho rugoso.”
La Estrella de Ratner
Don DeLillo


Minini Comentario: Según la gente que sabe de esta cosa de los libros esta es la obra más enigmática del autor, una vez leída no me extraña en absoluto. Digamos que es una novela Sci-Fi sumamente freak (psicodélico bombón para su excelente traductor, Javier Calvo) cuyo máximo exponente es la capacidad que tiene para engancharte a una trama muy complicada de seguir por sus interminables giros argumentales y las variantes científico-matemáticas que rezuman por sus cuatro costados; aunque todo esto queda superado a través de una inteligente utilización del sentido del humor y de una prosa más rica de lo que uno se imaginaba encontrar entre tanto número y tanto primo suelto por ese negro espacio en que se desarrolla… ya sea aquí en la Tierra como en los Cielos. Surrealista y posmoderna, ambiciosa también, le faltó en mi opinión un final más acorde con su in crescendo previo, quizá hasta se pudo desviar el bumerán metafísico hacia un paraje todavía más desconocido. Como ya pueden imaginar, inevitable la cara de marciano verde que queda al cerrar la contraportada. Rozando el notable, en todo caso. Bon Voyage.-


Imagen: Anotaciones personales de David Foster Wallace en su ejemplar de “Ratner’s Star”. Uff, vale tío…