martes, 10 de junio de 2014

La naturaleza terrestre del infierno

"En aquel campo rojo, mientras las bombas de fragmentación caían desde lo que parecía un cielo azul totalmente vacío, no había experimentado el más mínimo reparo moral.
El último reparo moral que había experimentado en el sentido tradicional del término había sido en respuesta a la operación Gran Masacre de Elefantes del año anterior. Aquel invierno, el Comando de Asistencia Militar, Vietnam, había decidido que los elefantes eran agentes del enemigo porque el ejército norvietnamita los usaba para el transporte, lo que tuvo como consecuencia una escena digna del Ramayana. Ese mando de muchos brazos y cien cabezas lanzó insectos voladores con cuerpo de acero para destruir a sus enemigos, los elefantes. Por todo el país, sudorosos soldados bajaron dando gritos desde la protección de las nubes para provocar la estampida de las manadas y acribillarlas con sus ametralladoras de 7,62 milímetros.
La Gran Masacre de Elefantes había sido demasiado y había indignado a todo el mundo. Incluso las tripulaciones de los helicópteros, que lo recordaban como un día de alegría demente, en cierta manera quedaron aterrorizadas. Todos tuvieron la sensación de que existían unos límites.
En cuanto a la droga, pensó Converse, y los adictos…, si en el mundo va a seguir habiendo elefantes perseguidos por hombres que vuelan, la gente naturalmente va a querer colocarse.
De modo que, pensó, así son las cosas. Él se había enfrentado a un reparo moral y lo había superado. Él podía lidiar con esos asuntos tan bien como cualquier otro.
Pero la imprecisa insatisfacción seguía ahí, y no se trataba de soledad o de un reparo moral; era, claro está, miedo. Para Converse, el miedo era importante en grado sumo; en el sentido moral constituía la base de su vida. Era el medio a través del que percibía su alma, la formula por medio de la cual podía confirmar su propia existencia. Tengo miedo, razonó Converse, luego existo."

Dog Soldiers
Robert Stone