"En aquel campo rojo,
mientras las bombas de fragmentación caían desde lo que parecía un cielo azul
totalmente vacío, no había experimentado el más mínimo reparo moral.
El último reparo moral
que había experimentado en el sentido tradicional del término había sido en
respuesta a la operación Gran Masacre de Elefantes del año anterior. Aquel
invierno, el Comando de Asistencia Militar, Vietnam, había decidido que los
elefantes eran agentes del enemigo porque el ejército norvietnamita los usaba
para el transporte, lo que tuvo como consecuencia una escena digna del
Ramayana. Ese mando de muchos brazos y cien cabezas lanzó insectos voladores
con cuerpo de acero para destruir a sus enemigos, los elefantes. Por todo el
país, sudorosos soldados bajaron dando gritos desde la protección de las nubes
para provocar la estampida de las manadas y acribillarlas con sus
ametralladoras de 7,62 milímetros.
La Gran Masacre de
Elefantes había sido demasiado y había indignado a todo el mundo. Incluso las
tripulaciones de los helicópteros, que lo recordaban como un día de alegría
demente, en cierta manera quedaron aterrorizadas. Todos tuvieron la sensación
de que existían unos límites.
En cuanto a la droga,
pensó Converse, y los adictos…, si en el mundo va a seguir habiendo elefantes
perseguidos por hombres que vuelan, la gente naturalmente va a querer
colocarse.
De modo que, pensó,
así son las cosas. Él se había enfrentado a un reparo moral y lo había
superado. Él podía lidiar con esos asuntos tan bien como cualquier otro.
Pero la imprecisa
insatisfacción seguía ahí, y no se trataba de soledad o de un reparo moral;
era, claro está, miedo. Para Converse, el miedo era importante en grado sumo;
en el sentido moral constituía la base de su vida. Era el medio a través del
que percibía su alma, la formula por medio de la cual podía confirmar su propia
existencia. Tengo miedo, razonó Converse, luego existo."
Dog Soldiers
Robert Stone