sábado, 9 de diciembre de 2017

El camino del tabaco – Erskine Caldwell


     “El viejo Lester había muerto en la misma cama que ahora ocupaba Jeeter, y había sido enterrado al día siguiente. La noche de la muerte, mientras Jeeter y algunos otros hombres velaban el cadáver, alguien había sugerido ir a Fuller para comprar algunos refrescos y tabaco, pues debían estar en vela toda la noche y sentían necesidad de beber algo y de fumar. Como todos ellos, incluso Jeeter, querían ir a Fuller, pusieron el cadáver en el granero, que era el único sitio en que se podía guardar algo y hallarlo intacto más tarde, y cerraron la puerta con llave. Negros y blancos tenían por costumbre entrar durante la noche en casa de los Lester y llevarse todo lo que no estaba guardado; ninguna de las puertas tenía cerradura. Cerraron la puerta y, después de guardar la llave, marcharon a Fuller a por los refrescos y el tabaco.
     Volvieron tres o cuatro horas después y, tan pronto como desengancharon las mulas de los carros y las ataron a las ruedas para el resto de la noche, los hombres abrieron la puerta del granero, alzaron el ataúd y lo llevaron de nuevo a la casa. El resto de la noche la pasaron contemplando la caja, bebiendo refrescos y mascando tabaco.
     Al día siguiente, en los funerales, antes de bajarlo a la tumba, el ataúd fue abierto para que los familiares y amigos pudieran mirar por última vez al extinto. Levantaron la tapa y, tan pronto como se abrió por entero la caja, una rata enorme saltó de su interior y desapareció en el bosque. Nadie sabía cómo podía haber podido entrar la rata, hasta que alguien encontró en el fondo del ataúd un agujero, abierto por el animal, que había roído la madera en el granero.
     De uno en uno, los asistentes fueron desfilando ante el ataúd, y cada vez que llegaba a uno de ellos el turno de mirar el cadáver, su expresión cambiaba. Algunas mujeres reían, y los hombres se sonreían. Jeeter corrió a ver qué había sucedido. La rata había comido casi todo el lado izquierdo de la cara y el cuello de su padre. Jeeter cerró el ataúd e hizo alejar a todos de inmediato. Nunca había olvidado aquel momento.”