miércoles, 8 de julio de 2009

Deshojando margaritas

“Cuenta una leyenda china la historia de dos amantes que jamás logran reunirse. Se llaman Noche y Día. En las horas mágicas del atardecer y el amanecer los amantes se rozan y están a punto de encontrarse, pero nunca sucede. Dicen que si prestas atención puedes escuchar sus lamentos y ver el cielo teñirse del rojo de su rabia…
La leyenda afirma que los dioses tuvieron a bien concederles algún instante de felicidad y por eso crearon los eclipses, durante los cuales los amantes logran reunirse y hacer el amor. Tú y yo también esperamos nuestro eclipse. Ahora que hemos comprendido que ya nunca volveremos a encontrarnos, que estamos condenados a vivir separados, que somos la noche y el día”.
Esta hermosa historia la escribe Solo, en la servilleta de un bar de carretera con un morao del 15, él es uno de los protagonistas de “Cuatro amigos” de David Trueba, una novela iniciática donde cuatro chavales en algún punto entre los 20 y los 30 años marchan de vacaciones destroyer, quizás las últimas antes de que la adolescencia marchita de paso a la madurez que representa sentar la cabecita ante los proyectos futuros de vida de cada uno de ellos.
Solo se encuentra acompañado, pero no deja de pensar en alguien que forma parte de su vida pasada y que sacrificó para darle prioridad a su libertad de elección, su primer amor, ese que dicen que nunca se olvida, aunque yo discrepo de esta afirmación, será porque me gusta vivir el presente o no le tengo miedo al futuro, o puede que sea porque aún sigo siendo un niño que se niega a crecer… sin creer.-