“Del mismo modo, cuando escribía no lo hacía de cualquier
manera. Primero producía el escrito en el diario, luego se retiraba,
preferiblemente a una taberna, cuando pedía una cerveza le añadía todavía una
absenta, y si la carta debía ser inusitadamente significativa, se tomaba una
absenta más. Cuando luego comprobaba que estaba en estado de gracia, empezaba a
escribir, y la cosa volaba, su escritura recordaba a un grifo abierto. Cuando
acababa de escribir, se encendía ceremoniosamente un cigarrillo, deliberaba y
evaluaba qué efecto tendría la carta, si sentía que la carta despertaría
indignación, se tomaba otra absenta para tener fuerza para pegar el sobre y
tirarlo al buzón de correos. Siempre repiqueteaba el buzón y aún palpaba con el
dedo por si se podía sacar la carta.”