“Detrás de
la ostentosa fachada del WTC no había nada más que otra fachada y eso ni
siquiera los terroristas, creyentes en sólidos fundamentos y ontologías
trascendentes, aunque devotos de la nada en el fondo de sus corazones, fueron
capaces de preverlo. El acontecimiento se les fue de las manos a todos, los que
lo planearon y realizaron y los que debían haberlo evitado, y todos, por tanto,
quedaron con sus nalgas expuestas al aire recalentado por la combustión del
queroseno de los aviones estrellados, aunque casi nadie parezca haberse dado
cuenta todavía. El espectáculo mereció la pena sólo por esta revelación
fundamental. Sin el millar de víctimas, que actuaron de pantalla para un poder
que los tomó como rehenes a fin de encubrir sus flagrantes insuficiencias y
retorcidos intereses, lo habríamos podido ver todo con más claridad. Sin esa
devastadora perturbación que suponían los cuerpos destrozados o la gente
saltando al vacío desde las ventanas de las torres, no habrían podido ocultarlo
con tanta eficacia.”
Providence
Juan Francisco Ferré