jueves, 3 de junio de 2010

Pistolas de juguete

Como amante de la novela negra recibí de buen grado el regalo de este libro en Sant Jordi, por una de esas curiosidades de la vida últimamente mi tiempo de ocio disfruta por el sur de Italia, o por la isla de Sicilia, viajes mentales no me hagáis demasiado caso, con lo que volver por aquellos pagos, habida cuenta de lo aprendido con anterioridad, suponía de entrada un estimulo añadido…
Pero que una cosa me guste sobremanera también implica que sea más crítico con lo que me ofrecen, en este caso las aventuras y desventuras del comisario siciliano Salvo Montalbano me han dejado una sensación de deja vu, por no ser excesivamente duro con el autor y acusarlo de plagio directamente, y es que me recuerda sobremanera al Pepe Carvalho de Vázquez Montalbán, por su afición a la buena mesa y al alcohol de alta graduación, por la relación con sus subordinados y con las bellas señoritas que aparecen como personajes secundarios de la acción, aunque salgan lo suficiente como para bajarse las bragas ante el agente de la ley, claro… Además este libro forma parte de una saga de 16 novelas de la serie Montalbano, y aunque sea justo reconocerle que esta última puede leerse como un episodio particular, quedan demasiados cabos sueltos en cuanto a personajes que aparecen y que se le supone al lector que debería haber conocido con anterioridad. A mi particularmente no me ha gustado demasiado por lo que no creo que vuelva a seguir las andanzas de il signore Montalbano…
Andrea Camilleri está considerado actualmente el escritor más popular de Italia y uno de los más leídos en Europa. Profesor de arte dramático, guionista, director de teatro y televisión; vale tío, pedazo carrera la tuya, pero no nos engañemos, más allá de intentar describir, con escasa calidad literaria en mi opinión, los tejemanejes de las apuestas ilegales, las carreras de caballos o los salvajes saraos de la gente pudiente en sus fiestas privadas, creo que no se atreve a denunciar abiertamente todo lo que las investigaciones del comisario cincuentón anota en su libreta, jugando frívolamente con supuestos acertijos cuando el nombre de la mafia hace acto de presencia en la historia.
Anotar un fallo inmenso que me ha parecido detectar en el personaje de Rachelle, una guapísima “femme fatale”, alta, rubia de ojos azules y cuerpo escultural, que como habréis adivinado acaba retozando entre las sabanas de Salvo el seductor; el caso es que la señorita monta un impresionante purasangre nacido para conquistar todos los hipódromos del mundo, pistas de arena ilegales incluidas, un relincho literario tan bonito por parte de Camilleri que parece olvidar que una buena jockey necesita, supongo yo que entre otras cosas, una constitución física muy particular, o sea ser más bien bajita, poco peso, pocas tetas para equilibrar su figura cortando el viento y un culo potente que monte pero no desmonte esta teoría ecuestre…
Por cierto, si alguien conoce alguna novela de la serie, agradecería que me contestara a esta pregunta: ¿Quién es Livia? Gracias y bona sera.-